miércoles, 30 de julio de 2025

UN VIAJE EN EL TIEMPO A LAS GUERRAS CÁNTABRAS, CON BILLETE DE IDA Y DE VUELTA


 

Cuando el 29 de agosto presente «Cantábrica, la Gran Epopeya del Solar Cántabro» en Los Corrales de Buelna, a eso de las siete de la tarde en pleno foro, quizás regale a los briosos cántabros que adquieran los tres volúmenes mi ya vieja novela CANTABROMAQUIA. No sé, lo estoy pensando. Ya veré. Depende de muchas cosas. Quizá no. Seguramente no. Eso me gustaría, pero, no sé, no sé.

        Lo cierto es que no es fácil ya de encontrar. Fue editada en 2014 por Kattigara ─quizá allí se encuentre aún algún ejemplar─ y tuvo un recorrido corto, como toda mi obra porque, en el fondo, escribo sólo para mí.

        Íñigo Ansola ─que captó a la perfección la idea y la plasmó con acierto en sus dibujos, pues es una obra de colaboración─ y yo la presentamos en su día en Los Corrales de Buelna con cierto temor, pues en ella describíamos cómo serían los actos de las Guerras Cántabras allá por el año del Señor de 2099, muy diferente a la celebración actual, claro, y no sabíamos lo que pensarían los paisanos. Lo cierto fue que la idea cayó bastante bien, quizá por las tochadas que dijimos Íñigo y yo, serios como patatas y, en el fondo, cómicos.

        Que nuestras palabras cayeron bien quedó claro porque nos invitaron a comer un suculento cocido montañés en la carpa de una tribu, no sé si de los concanos o de los plentuisios, pero sí que en la mesa estaban la entonces alcaldesa, Josefina González, su agradable esposo y su bella hija, que no pasaría de quince años y ya fue designada como la Diosa Cantabria aquel año; no recuerdo cómo se llamaba. Fue una agradable sobremesa, toda una inmersión corraliega. Nosotros contribuimos contando historias, pues todos saben cómo soy yo, e Íñigo gasta una vis cómica laredana de alto volumen, pese a su aparente seriedad.

        Cantabromaquia, como su título indica, es una historia de guerras entre cántabros, todo un cisco en el que, en el marco de las Guerras Cántabras de Los Corrales, intervienen romanos y cántabros de verdad llegados a través de un túnel temporal, mafias rusas, acróbatas cretenses, colaboradores, legados, poetas desterrados, se desatan amoríos intertemporales y, lo que es más notable, se descubre el origen de los pasiegos.

        Comienza con el lanzamiento de una nave del tiempo desde Barreda, donde décadas atrás estuvo la fábrica de Solvay, el Cabo Cañaveral cántabro, en la que viajan dos científicos, Luisa Campos, jefa de la operación, hembra de escultural cuerpo y de espantoso rostro, aunque buena persona y sobre todo sabia, y Miliuco Cobo, ingeniero pasiego, todo un manitas, que termina enamorado de una antepasada.

        ¡Santo susto se llevaron los cántabros antiguos al ver aquella nave, cuyos airbags de aterrizaje rebotaron varias veces antes de caer justo sobre las pallozas del castro! ¡La que se armó!

        Pero, no es sólo un viaje al pasado. Es también un viaje al presente desde el pasado, pues un jefe cántabro colaborador de Roma, Ambatus, y un centurión romano de origen germano, Ancanus, terminan viajando al presente y descendiendo del transportador intertemporal en la Rampa de Puertochico. ¿Se imaginan el cisco?

        Pues de eso trata Cantabromaquia, una novela en la que no se deja hueso sano a los bienpensantes, aunque tampoco los malpensantes se van de rositas.

        Crítica histórico-política, risa, cachondeo y mala, muy mala baba.

        Vayan como muestra el primero y el último párrafos de esta novela  titulada CANTABROMAQUIA... ¿Cantabro qué?... "Maquia", como "Batracomiomaquia", de "machia" en griego, que significa "lucha", "batalla":

Primero.- «Los pasillos de la Consejería de Fomento y Actividades Creativas parecen canales de un hormiguero que se haya quedado sin techo: los empleados suben y bajan, agitan brazos llamándose a gritos o transmitiendo órdenes, cruzan en grupos de paso decidido de un despacho a otro, corren; se tronchan los tacones femeninos no fabricados para semejante presión; con las prisas, a los conserjes se les abren los cartapacios de documentos mal cerrados que llevan al servicio de reprografía. En la Sala Central de Control, aún no abierta a los notables, los pitifláuticos soniquetes de los teléfonos móviles se dan de tortas con los campanazos de los modelos góndola que funcionan a las mil maravillas, pese a haber sido subidos del almacén y rehabilitados con prisas. Técnicos de bata blanca inspeccionan los complejos dispositivos de retransmisión, que no pueden fallar en día tan señalado».

Último.- «Por eso, amable lector, debes desechar las bastardas teorías en las que se hace provenir a la raza pasiega de los moros sirios abandonados en la cordillera, castigados por Almanzor a vivir en los confines del mundo; o esa otra de que en aquellos montes se escondió la perdida tribu de Israel. No, todo eso no son más que paparruchas. Nuestra explicación es mucho más sencilla: que sus padres fundadores, nacieron en el hogaño o se pasearon por allí por mor de su curiosidad, y que luego, retornaron al antaño o llegaron a él de primeras, para pasar en las anfractuosidades de la cordillera cantábrica el resto de sus vidas. No sabemos si esto se entiende, pero seguro que intuirán la causa por la que nunca se puede saber con completa certeza si un pasiego está entrando o está saliendo, si va o viene porque… ¿Cuántos recovecos tendrán el tiempo y la vida?... Hombre, pues depende…»

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