miércoles, 18 de junio de 2025

ROMA CONTRA CÁNTABROS Y ASTURES... TALMENTI, COMO HOY DÍA

 


 

Analizamos en este artículo las semejanzas, paralelismos y diferencias entre la geoestrategia de hace 2025 años y la actual, a partir del derecho público romano de guerra.

Una lanza enriquecida con alta carga explosiva se hinca en algún territorio del mundo. ¿Viene por el cielo ya la que está destinada a nosotros?

Donde la historia se narra como presente y lo actual como historia.

 

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«Roma contra Cántabros y Astures» es el título de la primera obra histórica sobre las Guerras Cántabras que accedió al mercado, publicada por Sal Terrae en 1982, cuyo autor fue Eutimio Martino. Todos lo devoramos. Éramos muy jovencitos. Por aquellos tiempos yo había superado con buena nota la asignatura de Romano, y tenía alguna idea de derecho público de guerra en la vieja Urbe, aunque no porque se me exigiera, sino porque me apasionaba el asunto.

            Los romanos eran muy suyos con eso de estar a bien con los dioses. Si a estos se les enfadaba, se rompía la «Pax Deorum», y un dios mosqueado con la República o con el Imperio era lo peor de lo peor, por ello se cuidaban con esmero las formas.

            La guerra tenía que ser justa («Ius ad Bellum») y, para ello, debían de cumplirse varios requisitos: el primero, la existencia de un «Casus Belli» válido, es decir, una previa ofensa a Roma; en segundo lugar, un «ultimatum», pues se enviaba una embajada, los «fetiales» para reparar el daño y, tercero, declaración formal de guerra, pues los mismos comisionados arrojaban desde la frontera una lanza que se clavase en territorio enemigo. ¡Eso mismo, tal y como lo piensas!: igual que hacían los comanches y los sioux.

            Esto de la lanza fue en los primeros tiempos. Más adelante bastó una declaración del Senado y la apertura del templo de Jano, que permanecía así durante el tiempo que durara el conflicto. En cualquier caso, los romanos buscaban la manera de no enfadar a los dioses.

            Lo cierto fue que, los herederos de los romanos ─y entre estos cuento a los anglosajones─ aunque ya no temían a los dioses, siguieron ajustándose al derecho público romano y la contienda debía de ser justa, era imprescindible el ultimátum y, por último, la declaración de guerra. Este concepto nos llegó a través de la Escuela de Salamanca, en España, en concreto de la pluma de Francisco de Vitoria. Y, en el caso de los anglos, a través de Groccio y del Renacimiento italiano.

            Los tiempos han cambiado, pero pese a la barbarie reinante, sigue siendo imprescindible un «casus belli» para provocar una guerra. Lo que sucede es que ha surgido un concepto, el de «guerra preventiva», una especie de casus belli potencial e indefinido, como la existencia de armas de destrucción masiva, o de arsenales nucleares. Tampoco hace falta arrojar una lanza que se clave en el territorio enemigo, basta con una andanada de misiles o ataques aéreos, y los ultimátum se gestionan a través de medios de comunicación afines. Pero, el «casus belli» sigue siendo imprescindible.

            Y, si eso de la guerra preventiva pareciera burdo, se echa mano de una falsa bandera, es decir, se provoca una representación, un autoataque achacable al enemigo, o una provocación que este no pueda resistir, y asunto concluido. Por ejemplo, ¿no suena raro eso de un ataque de guerrilleros calzados con zapatillas contra una fiesta romana a la que precisamente asisten opositores al régimen imperial, que son masacrados, secuestrados y escondidos bajo tierra? Pero, ¿quiénes somos para criticar en nombre de la lógica elemental de las cosas a los sesudos y documentados medios de comunicación ómnibus, dueños absolutos de la información? ¿Se entienden todas estas metáforas parangonas? ¿Se pondera la posibilidad de que estemos ante una inminente operación de falsa bandera achacable a los señores persas?

            Los romanos eran aficionados a eso de las falsas banderas y casus belli dudosos. Así, Trajano se lanzó contra los partos (hoy Irán) para defender los intereses de Armenia, un pequeño estado tapón. También se enfrentó al dacio Decébalo porque decía que había roto tratados con Roma y había fortificado sus ciudades. Esto de elevar las murallas era tomado como signo más que claro de preparación para la guerra, como disponer de dudosos arsenales hoy día. Claudio invadió Britania porque, según Roma, habían violado los tratados y atacado a sus vecinos, como en caso de la Segunda Guerra Púnica y Sagunto, ciudad que no tenía un acuerdo vinculante con Roma, pero se lo sacaron de la manga. Algo así sucedió con la guerra contra Macedonia, a la que Roma acusaba de amenazar a ciudades griegas aliadas.

            ¿Y, con respecto a Cantabria? ¡Veamos lo que dice Floro!

«En Occidente, casi toda Hispania estaba pacificada, excepto la que baña el océano citerior y toca a las montañas de la extremidad del Pirineo. Aquí se agitan dos pueblos muy fuertes aún no sometidos, los cántabros y los astures. Los cántabros fueron los primeros, los más duros y pertinaces en guerrear, quienes, no contentos con defender su propia libertad, pretendían dominar también a los vecinos y vejaban a los vacceos, turmogos y autrigones con incursiones frecuentes». (Traducción de un pasaje de Floro ─II, 33, 46-40─ propuesta por Eutimio Martino en "Roma contra cántabros y astures", pg. 28).

            Es decir, que estos rebeldes de las montañas no valoraban en mucho la magnífica civilización romana que se les pretendía imponer, sino que, además, hacían incursiones entre los vecinos, recién sometidos por Roma.

            Imaginemos la situación: una Roma que maniobra en las fronteras de Cantabria y de Asturia, que amontona tropas, bastimentos, y naves más bien cerca ─tengase en cuenta que el Portus Amanum, autrigón, era controlado por ellos, y Oiaso, de los bárdulos también─, con incursiones frecuentes y destructivas en territorio cántabro. ¿Qué podrían hacer los agredidos sino defenderse y obstaculizar los preparativos bélicos del enemigo? Bueno, pues estas reacciones a las provocaciones romanas fueron consideradas como «casus belli».

            Ya he comentado en otra parte, que las Guerras Cántabras estaban planificadas desde hacía mucho tiempo, y que el ataque por el norte, el desembarco, también. Curiosamente, parece ser que el ataque actual a los persas estaba planificado desde, al menos 2007, y no importa que el emperador fuera el noble Augusto, el gran Trajano, o el malvado y tonto Nerón, Roma era Roma en cualquier caso, independientemente del coeficiente intelectual y del equilibrio nervioso del mandatario de turno. Por eso no conviene mirar al dedo que señala la luna, sino a la luna.

            Hoy, como ayer, el mandatario del imperio se siente en posición débil con respecto a su pueblo. Hoy como ayer puede encontrar en la huída hacia adelante un respiradero para sobrevivir.

            Pero hoy, más que ayer, las armas no son, precisamente, lanzas. Hoy en la punta de ellas viven instrumentos de destrucción masiva. Pero, hoy más que ayer, la opinión pública se opone a la guerra, aquí y en los dos confines del océano, en Roma y en Cartago, en Persépolis y en Gades, en la Galia y en Creta, además, con una radical oposición. Son muchas las películas que se han visto de destrucción masiva, de fines del mundo, de guerras frías, de hecatombes, y al más necio le parece despropósito que se vaya a una tercera guerra mundial, pues la cuarta sería sólo con palos y piedras, según dijo Einstein. Nadie quiere eso. Todos se oponen, hasta los más belicosos votantes de los halcones.

            La gran diferencia con otros tiempos recientes en los que la opinión pública servía para frenar los despropósitos, es que la capacidad crítica de la población ha sido anulada antes de que las aeronaves del razonamiento puedan despegar. La solidaridad ha naufragado frente al individualismo. La información calibradora de las opiniones se ha transformado en relato único. La credulidad de la población y su debilidad frente al manejo es absoluta.

            Esta inclinación hacia la autodestrucción como pueblos uniformes, responsables e inteligentes, fue experimentada y constatada durante la pandemia mundial que paralizó el planeta a golpe de información deformada e interesada. ¡Qué gran experimento! Qué curiosa fue la desaparición de un día para otro de los terribles virus en cuanto se desató la guerra en las estepas pónticas. Ahí empezaba todo. El experimento de control social, concluido a satisfacción, permitía abrir una nueva fase en la lucha por el dominio de las rutas comerciales.

            Hoy día, aunque la población de Roma asalte la sede del Senado, se sabe que será doblegada, bien por la información a favor de las tesis oficiales, bien por la fuerza bruta, pues los pretorianos de hoy no usan sólo escudo y espada. Es decir, que la estupidez fomentada del pueblo permitirá al mandatario loco apretar el botón que haga arder al imperio desde el Indo hasta Olisopo, desde Londinium a Gades, desde las Columnas de Hércules hasta Chipre, hasta el Éufrates y hasta el Golfo de los golfos por donde sale la sangre oxigenada y negra para el mantenimiento del sistema, la «annona», el trigo del rey que nos mantiene en un crecimiento turístico indefinido, en un mundo de Yupi cósmico.

            Dinos, ¡oh Erudino, señor del conocimiento! ¿Estaremos aún a tiempo, cuando han bombardeado los ángares en los que guardábamos la inteligencia, la capacidad crítica y el raciocinio, nuestras únicas naves capaces de remontar el vuelo?


martes, 17 de junio de 2025

MITOLOGÍA Y FOLCLORE. RESISTENCIA CÍVICA FRENTE A GLOBALIZACIÓN



"El ser humano hace lo que puede, y no es fácil. Hoy día nos ha tocado vivir un momento de excitación de nuestros egos y no tenemos todas las herramientas que precisamos para controlar los miedos y la angustia. Sí que los hay, y el principal es la TRADICIÓN, pero la gente está divorciada de ella. Yo, no." (Oliver Laxe, director del film Sirat, en una reciente entrevista para el Diario Montañés).

            Esa misma idea late en nuestra decisión de que Silió, patria de la Vijanera, sea uno de los primeros lugares donde se presentará "Cantábrica, la Gran Epopeya del Solar Cántabro", a fin de cumplir con una de las ideas centrales de la obra: la vinculación de la mitología al folclore, porque indaga en la raíz de la tradición, en la esencia primera de la identidad. No en vano hemos plagado "Cantábrica" de imágenes de La Vijanera porque el rostro y el cuerpo de los dioses celtas no es visible, no es representable, pero sus criaturas sí.

            El concepto de identidad no es excluyente, sino todo lo contrario, se trata de un arma contra la deriva moral del posmodernismo. Al buscar la identidad, ponemos de relieve lo íntimo, lo pequeño, lo doméstico, la reacción solidaria frente a las injusticias, justo lo que se pretende ningunear, minimizar y disolver desde las esferas del universo cultural del mercado único y omnipresente. No se quiere un ciudadano que se una a otros ciudadanos para bailar, para cantar, para expresarse como lo hicieron sus antepasados; por el contrario el ideal de humano actual linda con el humanoide, centrado en su móvil, en su ego, en su frágil individualidad, quebrantable al primer estornudo del poder.

            Pero, ¿qué es el folclore? Es el conjunto de expresiones a través de las cuales los individuos se identifican como pueblo, como ente superior a la familia, al clan, a la gentilidad. Es el remanente cultural que permanece a lo largo del tiempo y que está por encima de las creencias religiosas, políticas o ideológicas. No se trata de expresiones fijas del pasado, sino que evolucionan dialécticamente. Cada época crea su propio folclore, en enfrentamiento casi siempre con el bien pensar establecido, aros culturales que, atravesados y unidos entre sí por la flecha del tiempo, crecen, se renuevan, se modifican y evolucionan.

            El folclore no es un concepto estático, sino que está en permanente movimiento. Así, algunos ritos se recuperan tras prohibiciones, como es el caso de la Vijanera de Silió; o evolucionan como es el caso del mito del Hombre Pez de Liérganes; o son creaciones ex novo, como la Bailá de Ibio; o se introducen elementos nuevos en los temas o en las interpretaciones a partir de las creaciones de los pueblos vecinos; o bien se escenifican pasajes históricos, como en el caso de las Guerras Cántabras de Los Corrales.

            En definitiva, el folclore es una forma de organización de lo comunitario. Se trata de la memoria colectiva de un pueblo, una variante doméstica de soberanía popular difícilmente soluble en los cauces del poder. No se trata de una tradición muerta, sino de un agente subterráneo, de un viejo topo que horada la historia.

            Es una manifestación de lo oculto pero persistente, de lo popular frente a lo oficial, porque hay dos formas de folclore, no lo olvidemos: el enlatado, envasado, intercambiable, que es el oficial, compatible al ciento por ciento con el concepto de globalización, y el nacido del pueblo como un río continuo que llega desde los más viejos rincones del pasado. Este es el único capaz de transformar la Historia, el que galopa por el interior de la tierra, el que hace sonar el campano vijanero y que atruena las conciencias, el que nace del mito, de las entrañas de la tierra. Este sí que es revolucionario... y peligroso, claro, como también lo es la literatura.          

domingo, 15 de junio de 2025

ARDE EL IMPERIO. ¿EL ROMANO O EL DE USA?

 


Hemos visto tanta película de apocalipsis con destrucción del mundo y de todas las civilizaciones, que cuando escuchamos hablar de guerra Mundial, guerra nuclear, guerra total, no podemos evitar la imagen del hongo atómico sobre toda la Humanidad. Son muchas las papeletas para tal cosa, pensamos. Y quizá no estemos faltos de razón, pero condición básica de la inteligencia en los tiempos que corren, es dudar de todo.

            Es probable que la Historia nos avise de que no será así y, si tal se confirmase, podríamos dormir tranquilos, ¿verdad? Despertaremos en el mismo planeta y, además, con sensación de que no ha sucedido nada durante la noche, sólo cruce de misiles aquí o allá. Bueno, ¡ahí me las den todas!

            Cuando se piensa lo anterior, bombardeados como estamos de informaciones apocalípticas, creíbles ninguna y verosímiles todas, nos relajamos. ¡Ah, bueno!, decimos, ¡el imperio romano tampoco cayó de golpe!, ¡qué bien!, y nos dedicamos a planificar las vacaciones del inminente verano.

            Pero, amigos, pienso que esta solución puede ser peor que la del colapso, que la del apocalipsis total. Porque ver difuminarse en el aire las carnes del vecino acariciadas por las bombas, a la espera de que nos toque el turno, colapsando de a poquitos, como dicen los argentinos, puede ser, ciertamente, doloroso.

            Pero, vamos a Roma.

            Si nos fiamos de los historiadores, durante los 180 primeros años del imperio, los emperadores de las épocas doradas fueron buenos gobernantes y Roma alcanzó su máximo esplendor, pero a partir del 117, cuando reinaba Adriano, ya se comienza a hablar de crisis institucional.

            Muy dilatado el tiempo de crisis, pues el Imperio duraría aún 300 años más en Occidente, y más de mil años de propina en Oriente. ¿Qué sucedía?, ¿vivían en crisis permanente? Si es cierto que la vida humana siempre supone sufrimiento, podría serlo también que la vida de las civilizaciones, tuviera como naturales las traumáticas y permanentes crisis sociales de que se nos habla?

            Pero es más probable que los historiadores actuales, hartos de analizar procesos, no bajen a lo cotidiano, al estudio de la vida material de las gentes del Imperio, que no notaban tales crisis ni diferencias. Entre un paisano de abajo ─la absoluta e inmensa mayoría de la población─ y las élites que son las estudiadas preferentemente por la Historia, había ─y hay─ una diferencia cósmica.

            Por eso, conviene poner en entredicho el concepto de "crisis permanente" del Imperio. Un paisano del reinado de Tiberio no vivía mejor ni peor que otro de la época de Caracalla. Sus existencias serían igual de perras y arrastrarían sus cuerpos entre el fango del mismo, invariable, vulgo.

            Tengamos en cuenta que los romanos vivían del botín, de los esclavos capturados y del reparto de tierras. Mientras hubiera riquezas que capturar, vencidos que esclavizar y tierras de las que apropiarse, no habría problema. Este surgió cuando las legiones llegaron a los confines del imperio, más allá del cual estaban los grandes bosques improductivos de Germania, las estepas pónticas y los desiertos iranianos y africanos, con pueblos inconquistables como los germanos, los hunos y los persas. Se les acababa el botín y se les acababa el momio.

            Todas las crisis se resolvieron en la búsqueda de nuevas formas para que no se agotase el flujo de oro, de esclavos y de tierras. ¿No es la tecnología actual el resultado de una búsqueda febril por aumentar el beneficio empresarial?, ¿y no es esta búsqueda del beneficio la máquina que hace moverse a la historia oficial?

            La presión fiscal se agigantó en el Imperio Romano, pues cuando el mundo se enpequeñeció ─¿se globalizó?─ los veteranos no cobrarían ya en tierras, como los vencedores por ejemplo de los astures y cántabros, a los que se les regaló toda una ciudad, Emérita Augusta. Así, a partir del año 150 más o menos, los legionarios fueron pagados con dinerito contante y sonante sacado del bolsillo del infeliz productor. ¿Quién paga hoy el gasto militar?

            Pese a lo que pueda parecer, cuando los historiadores nos relatan las peripecias de los diversos emperadores, que se mataban entre sí, un reinado sí y al otro también, las fuerzas armadas romanas fueron temibles hasta, casi, el final de los tiempos del imperio de Occidente, al menos hasta el reinado terminal de Honorio, hacia el 400, que pudo aún frenar el avance de los hunos. ¿No sigue siendo hoy portentosos los ejércitos USA e israelita?

            Claro que las legiones de los primeros tiempos estaban compuestas por ciudadanos y las tropas de los últimos por mercenarios, o al menos gentes a sueldo. ¿Y quiénes integran los ejércitos occidentales en la actualidad?, ¿cuántos sudamericanos hay hoy en el ejército español, sin ir más lejos?

            En las diversas esquinas del Imperio se producían lo que ellos llamaban TUMULTUM, es decir, algaradas, pero no  solían inspirar tomas de poder. Las revueltas de esclavos eran las más pavorosas, y fueron reprimidas con extremada dureza, con crucifixiones a lo largo de vías públicas, como en el caso de Espartaco, o de cordales montañosos, como en el caso del Dulla, en las Guerras Cántabras, tras la última gran rebelión del año 19 ANE, cuando los esclavos cántabros capturados mataron a sus amos y regresaron a la tierra para incendiarla con su furia ─aunque dicen que aún hubo otra en el 16 ANE─. Pero, ¿en qué quedaban todas esas revueltas, siempre parciales, nunca dirigidas por toda una clase social por el simple hecho de que estas no existían? En nada, en baños de sangre popular.

            Ahora sucede lo mismo. Un año explotan los inmigrantes en París, otro los negros en USA, uno los independentistas de tal región de Europa, otro son notables las algaradas en el norte de África (primavera árabe) y al día de hoy tomamos el desayuno conmovidos por las grandes movilizaciones en Los Ángeles y en toda USA. ¿Van a algún mar estos ríos de protesta, sin una dirección concreta y nítida? Son como los múltiples TUMULTUM de la antigua Roma, no como dice alguno "insurrecciones", porque estas implican un plan para la toma del poder. Las que vemos hoy día no pasan de pataletas de las masas desangradas que el poder sabe muy bien  controlar.

            Pero, al final, el Imperio Romano cayó. ¿De golpe? No parece, sino poco a poco, se fue muriendo, no fue muerte súbita ni infarto irreparable, ni cáncer fulminante, ni conflicto nuclear, sino un colapso progresivo de todas las instituciones, de todos los territorios, una acumulación de malos humores, de descompensaciones hormonales, de atoramiento de funciones orgánicas, vamos, una muerte lenta. No hubo una generación que pudiera dejar escrito en roca viva: ¡Los de esta quinta vimos el fin del mundo!

            Por desgracia, eso que sucedió y que, presumiblemente sucederá también ahora, la muerte progresiva, es más una maldición que un consuelo. No habrá un final para todos los países, sino para uno este año, para otro al siguiente. Estos genocidios parciales tendrán un perfil más o menos apocalíptico ─o en extremo duro, pues bajo las sofisticadas bombas todo es alfeñique─, incluso podrán usarse armas tácticas nucleares, ¿por qué no?, pero siempre hablaremos de guerras parciales, no mundiales sino plurinacionales y, a ser posible, sin ocupación del terreno, gracias a la sofisticada potencia de fuego actual del Imperio.

            ¿Invadir a los persas? Nadie lo logró jamás desde Alejandro. La ocupación material del terreno, que eso es en lo que consiste la GUERRA TOTAL, no interesa a nadie. Es preferible la política militar del S.A. que se enseña en las universidades militares norteamericanas e israelíes: SHOCK ANA AWE, conmoción y pasmo, gracias a la cual se anula la capacidad de reacción enemiga, o esa otra también muy impactante: A.R.D, Archieving Rapid Dominance, "alcanzar el dominio rápidamente". Ya sabemos que el primer experimento de esta doctrina estratégica se produjo en Hiroshima.

            Es decir, queridos pesquisidores de la Historia, nuestro espejito mágico nos dice que no habrá una guerra total, sino guerritas en extremo sangrientas aquí y allá, que nos afectarán a todos indirectamente,

CUEVA DE ONGA LA CREACIÓN DEL MUNDO


 

Como en toda mitología, en “Cantábrica” hay una cosmogonía, una creación del mundo. Sucederá en la Cova de Onga, Covadonga, territorio concano. Turo, el druida viajero, será testigo de la misma por medio de artes mágicas. En una memorable visión contemplará cómo nacen todos los seres vivos y los no vivos, que desfilarán desde una abertura en la tierra sobre el Arco Iris para perderse en la lejanía y poblar el mundo. Ahí va un pequeño extracto:

«Comienza la creación del mundo, la sucedida ante los ojos de Turo, la acontecida hace cientos de miles de años, la que tiene lugar ahora mismo, la que se repetirá por los siglos, la inagotable vida que no cesa.

El primer ser en aparecer es la Luz. Un rayo, nacido de la Oscuridad, escapa del fondo de la grieta, cada vez más amplia. Su blancura de nieve hiriente se trueca en el color de la sangre, el de la sangre en el del fuego, el del fuego en el color del mar antes de la tormenta, el del mar en el de la mora en verano, el de la mora en el color del oro, así hasta siete colores trenzados, hilos de sembradura que descansan uno al lado del otro, fundidos en un camino en el aire, calzada que desciende hasta la tierra misma desde la puerta de la cueva por la que saldrá la vida en forma de dioses, de hombres, de cosas, de animales, de vivos y de muertos. Ha nacido el Arco Iris, ese cordón umbilical que une todo lo creado. Ahora comienza la procesión del parto, eso es lo que el vapor del vino forjado le muestra a Turo.

En efecto, por el Arco Iris desfilarán los hijos de Deva y se perderán en la tierra, la poblarán, la adornarán. Una nuétaca escapa la primera del interior de la roca. Es el ave que anuncia el parto, la que sobrevuela la alfombra de colores, la que mide su consistencia. Es la diosa de la vida y de la muerte, la que prepara la una y anuncia la otra, la que asiste a los alumbramientos y la que avisa de la inminencia del final; es tan silenciosa en su vuelo que corta el aire con un silbido apenas audible, ¿quién podría escucharla a su debido tiempo? Sólo silba una vez.

Tras ella, aparece Dis Pater que a todos lados saluda, todo un actor de teatro, aunque no haya más espectador que Turo.  Lo sigue Ler, dios del mar, niño y hombre a la vez que ahora juega con las focas y luego con las ninfas, que se entrega al amor con estas en el aire, como los vencejos, pues vuela por los cielos tan bien como nada por la mar...»... Continuará...

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jueves, 12 de junio de 2025

ASTURIA, PATRIA QUERIDA... DE LUG

 



En el tomo segundo de Cantabria al que titulamos "Tiempos del Hierro" lo que hacemos es construir un relato de carácter itinerante, en el que cada uno de los capítulos se corresponde con una parada en un castro antiguo, anterior en un año a la llegada de las legiones a la Cordillera. Se puede leer de seguido como si fuera una novela, pero también capítulo a capítulo, porque el formato de cada uno de estos es independiente.     
           

            Como es lógico el protagonista, Turo, recorre todos los castros de que se tiene noticia al día de hoy desde el punto de vista arqueológico de Cantabria. Pero no evita visitar Asturia.   
           

            ¿Qué diferencia real pudo existir hace dos mil veinticinco años entre cántabros y astures? Posiblemente ninguna. Sí quizá alguna forma dialectal, pero el idioma debía ser el mismo. Sí también algún matiz religioso, pero al fin y al cabo exactamente igual sucede hoy con las diversas advocaciones de determinados santos, de determinadas vírgenes. En el fondo, tenían las mismas costumbres, la misma religión, la misma cultura material y la misma lengua.           
           

            ¿De dónde hemos sacado que eran dos pueblos diferentes? ¿De quién, sino de los romanos? Roma era una maniática de la categorización, de circunscribir al enemigo, de dividirlo. Sus razones tendrían. De hecho les resultó bien el "divide y vencerás".

 

            En el Cantábrico siguieron dos estrategias paralelas pero diferenciadas: la que desarrolló Carisio por una parte, en Asturia, y la de Augusto por otra, en Cantabria. Incluso los cronistas de la época hablaron de un Bellum Asturicum y de un Bellum Cantabricum. Sin duda, era importante para ellos esta división del septentrión de Iberia en dos partes, para su voluntad clasificadora, sistematizadora, diferenciadora, pero no debemos olvidar que se trataba de una división de romanos y para romanos. Nunca podremos saber si los lugones y los concanos, por ejemplo, percibían alguna diferencia entre sus dos pueblos.

           

            Por eso en "Cantábrica la Gran Enciclopedia del Solar Cántabro" se da un tratamiento conjunto a las guerras asturcantabras. Se hace desde el punto de vista cántabro, es cierto, pero sin ningunear, sin rechazar y sin olvidar la extraordinaria importancia de los hermanos astures que al fin y al cabo eran un pueblo más de Cantabria o al revés, los cántabros un pueblo más de Asturia.

 

            Por otra parte, existe la sospecha de que si los romanos se explayaron más respecto al territorio cántabro en las fuentes, se pudo deber a la presencia imperial en ese frente oriental. Sabido es dónde hay que poner la pluma cuando el señor emperador se decide a plantar su caligae en un territorio: el poder es siempre muy atractivo para los historiadores, sobre todo si son a sueldo.

 

            Por eso Turo parte desde el territorio cántabro que actualmente pertenece a la Comunidad Autónoma del Principado de Asturias, se dirige a Cangas cruza el Sella,  llega a Paelontio, Infiesto, y se encamina al cordal de La Carisa donde hay un castro especialmente relevante, porque en él, según la narración, nació el mismísimo Lug, el dios pancéltico al que en Cantabria se conocía como Lucobos.

 

            No se dice cuál de los muchos castros astures de la zona sea, para que todos ellos puedan llevarse el mérito de ser la auténtica Cuna de Lug. Tras dejar este simbólico castro, desciende hasta Noega Asturicum, es decir hasta Gijón ─diferente a la cántabra, Santoña, Noega Cantabrorum─. Pasa de aquí a Caravia, en territorio fronterizo cantabro-astur, pisa de nuevo el territorio cántabro ─hoy Principado de Asturias─, y llega a Jarri, castro costero cercano a Llanes. Luego, se dirigirá hacia Apleca, nombre medieval que retomamos para San Vicente de la Barquera, en territorio tan cántabro como el de Llanes, pero perteneciente  hoy a la Comunidad Autónoma de Cantabria, no al Principado.

 

            Declina el caminante, sin embargo, la visita a los territorios astures mesetarios, tan amplios, que se extienden hasta Zamora, en especial la famosa ciudad de Lancia, pues el tiempo apremia y su destino debe cumplirse antes de que se desaten los acontecimientos para los que está previniendo a los pobladores de Cantabria y Asturia.

 

            En fin, sería locura hablar de las Guerras Cántabras sin hablar de las guerras Astures. Fue una misma campaña, dividida en dos meras secciones administrativas.

            Hace muchos años, así como cuarenta y nueve, en la Cantabria del siglo XX se daban varias tendencias sobre cómo constituirse en autonomía.

 

            Una correspondía a los CANTABRISTAS, que formaron la Asociación para la Defensa de los Intereses de Cantabria, ADIC;  otros eran los CASTELLANISTAS que formaron la ACECA, Asociación de Cantabria en Castilla, y había una tercera opción que no se formuló nunca de manera estructurada, pero de la que yo era especialmente partidario: la ASTURIANISTA, la integración de Cantabria en el marco más amplio y más potente desde todos los puntos de vista, la construcción de una comunidad asturcántabra que, por qué no, pudo haberse llamado Asturias. Esto ya es mera historia pasada que no mueve molino.

 

            Por desgracia, la tercera alternativa no pudo ser y ahora, en esta obra, yo que debía de ser su único partidario por aquellos tiempos, o casi, de alguna manera reivindico el origen común de cántabros y astures en relación con sus luchas contra Roma. Esto es volver a los principios esto es ir al origen de la tradición. 

 

            Pasados los años, el llamado "Cantabrismo" es otra cosa. Ya no reivindica una autonomía independiente y uniprovincial, institución archiconsolidada, sino la recuperación de las tradiciones y el forjado de la identidad cántabra y montañesa frente a la disgregación de los herederos de la ACECA, los castellanistas, que aún sobreviven en los hijos y nietos de los fundadores.

 

            Estos son "castellanistas" porque el término les suena más a español, mientras que "cantabrismo" les suena más a separatista. Pero, es un sonar por sonar, dicho sea con todos los respetos, porque cualquiera puede permitirse un defecto, y tener cerebros de sonajero es uno, y no poco grave por cierto.

 

            En realidad, quienes buscan profundizar en la identidad cántabra y montañesa ─siempre añado la palabra "montañesa" para que no se la apropien los amigos de la Oscuridad─ no persiguen un sueño excluyente sino integrador. Yo mismo, soy cantabrista en Cantabria y sería "cuenquista" en Cuenca, "sevillanista" en Sevilla y "leridanista" en Lérida.

 

            Porque lo importante es afinar, subrayar, reivindicar, hacer revivir, potenciar y vestir con los mejores trajes las diferencias con el vecino ─desde la más fraternal de las consideraciones─, únicas armas que pueden oponerse a la globalización cultural. Además, la apreciación de las diferencias lleva, si se es  persona bien nacida, a apreciar mejor aún las semejanzas.

martes, 10 de junio de 2025

APRENDIENDO DE ROMA. EMPERADORES LOCOS


 

Es cierto que todas las comparaciones son odiosas, pero ya hemos dicho en algún otro momento que el sistema occidental de dominio se acerca, paso a paso, al del imperio romano, aunque aporta un elemento significativo: la tecnología.

La imagen que nos ha llegado de los emperadores romanos es desquiciada. Los historiadores alaban a unos cuantos: Augusto, Trajano, Adriano, Marco Aurelio, Antonino Pío, Tito, pero a la mayor parte los denigran. De ellos se dice de todo: que eran amantes del lujo, libidinosos y en extremo crueles. Se les achacan a todos similares crímenes, sacados de un fondo común de criminología imperial.

            Sin embargo, historiadores hay que desmitifican la crueldad, la desmedida actividad sexual y el amor por el exuberante lujo de los Nerones, Calígulas, Caracallas, etc. porque, afirman, sus biografías fueron escritas por los enemigos políticos y, sostienen que en el fondo hicieron novedosas aportaciones a la gobernabilidad romana. Pudiera ser.

            Habría que añadir, además, que el vulgo era proclive a creer todo lo malo que se contara de sus emperadores, como nos sucede ahora con los políticos y no sin parte de razón.

Curiosa es la llamada Historia Augusta, compuesta, según aseguran los estudiosos, por una misma persona con siete heterónimos diferentes, que tenía la finalidad de servir de escarnio de los emperadores de cara a un público ansioso de impresiones fuertes. Se cuenta la vida de multitud de emperadores, a los que se presenta como auténticos degenerados. En especial tenían el marchamo del máximo morbo sus desviaciones sexuales. Islas del placer y el horror habría en todos sus reinados, lo cual, por otra parte, sería lógico y comprensible porque el que tiene el poder puede hacer lo que quiera con quien quiera y con ellos no rige la moral al uso del pobre. Esa es la esencia del mensaje de los denigradores del poder imperial, cierta en lo fundamental.

            En el fondo, existía en Roma una pugna a muerte entre dos ideas: la institucional, que podríamos llamar senatorial, y la  orientalista.

El senado siempre tuvo en Roma gran poder, incluso antes de la República e incluso después de muy avanzado el imperio. Los romanos se sentían orgullosos de su sistema político, que nada tenía que ver con la democracia, pues dominaba una aristocracia excluyente y exclusiva, pero era su sistema. Del padre podían hablar mal, pero era su padre. El senado estaría compuesto por aprovechados terratenientes, pero era su senado.

            Por otra parte, los emperadores aspiraban a un dominio absoluto del escenario político, tanto en la forma como en el fondo, es decir que querían ser monarcas orientales y que, de una vez por todas, el poder del senado pasase a la historia. Muchos de ellos se hicieron impopulares por su torpeza y aceleración.

Es el caso de Heliogábalo, que no se le ocurrió otra cosa que llevar a un dios nuevo a Roma, El Gabal ―de ahí el nombre del emperador― del que hizo sirvientes a todos los dioses tradicionales de Roma, e incluso se casó con una vestal, pecado de pecados, pues pensaba que, como en oriente, el emperador era muestra terrestre de la divinidad y esta solía estar compuesta por una pareja de dioses, por lo que estaba autorizado a desposar a una virgen consagrada a la madre de Roma, y su comportamiento no tenía por qué resultar sacrílego, porque ¿no era la gran vestal representante de Vesta, la diosa, como él era sumo sacerdote del dios sol, El Gabal, Helios?, ¿y no estaban estos unidos en los cielos? Eso pensaba el gallo, pero el pueblo de Roma no estaba para bromas.

No sentó nada bien. Así acabó el tipo, en el Tíber con una piedra en los pies para que no reflotara, después de que lo intentaran introducir en una cloaca y desistieran porque su gordura bien alimentada no cupiese por el agujero. En fin, quién sabe, quizá todo este camino se ande de nuevo pues, al fin y al cabo, todo suele repetirse.

            De este emperador, Heliogábalo, la Historia Augusta dijo las peores perrerías, como esa de: «También sacrificó víctimas humanas, para lo que escogió por toda Italia a niños nobles que tuvieran padre y madre, para que fuese mayor el dolor de ambos progenitores. Todo género de magos lo acompañaba y actuaba cada día, y él daba las gracias por haber encontrado tan adecuadas víctimas, las torturaba con ritos extranjeros para inspeccionar luego sus infantiles entrañas ». (Historia Augusta. Vida de Heliogábalo, de Elio Lampridio, nº 7).

            La gran diferencia entre los emperadores romanos y los actuales gobernantes de los más grandes imperios está en el CINE.

¿Quién no recuerda a Peter Ustinov en el papel de Nerón arrasando Roma, o a Calígula entrando en el senado con su caballo Incitatus, o a Tiberio con su rostro cancaneado y su túnica manchada por los efluvios de sus relaciones sexuales en islas como la de Capri o alguna otra cuyo nombre no termina de venirme?

            Esa es la imagen que, por lo que se ve, algún dirigente mundial está empeñado en ofrecer al mundo: la de un sátrapa oriental divinizado, dispuesto a acabar con el sistema existente, senatorial entonces, democrático hoy. Pero, en esencia trata de extraer de los fondos mentales de los ciudadanos, las ciénagas cinematográficas del concepto de gobernante degenerado que está por encima de todo y de todos. El mensaje resulta evidente: ¡Preparaos, mortales!

            Así, lanzará una campaña de exhibición de fuerza frente a gentes desarmadas que se manifiestan contra las deportaciones, y enviará a las fuerzas armadas contra ellas, algo tan ilegal como en la antigua Roma hacer que el ejército traspasase el pomerium, la vieja muralla trazada por Rómulo. Así, impondrá una política económica aparentemente errática. Así castigará a unos y a otros y amenazará a todos con lo peor de lo peor, con las conscripciones. Todo como en Roma, o como el magnate emperador piensa que era lo normal en la Roma de los viejos tiempos.

            En realidad, el problema es de gran calado, no un asunto baladí en torno a la figura de un excéntrico que actúa como un niño, porque Heliogábalo podía ser titular de todo un catálogo de locuras, pero tenía catorce años cuando subió al poder, no setenta como el mandatario que en la actualidad aspira al trono mundial.

            Es cierto que hay un gran movimiento transformador detrás de estos comportamientos aparentemente extemporáneos: la pugna por la desaparición del estado y su sustitución por el mercado y sus imperativos, y por los grandes dominadores del mismo: las empresas tecnológicas frente a los gobiernos.

            El estado, tal y como fue concebido a partir de la Revolución Francesa, o incluso antes ―cuando los reinos eran patrimonio de los reyes, pero estaban parapetados tras el concepto de nación― ya no sirve. Y hay dos maneras de hacerlo desaparecer: o bien mediante los hechos consumados relacionados con la dependencia ―tengamos en cuenta que hoy día dependemos los ciudadanos de lo que nos vendan las grandes superficies, más que de las leyes del estado en el que estemos integrados―, o bien ridiculizando, sometiendo y humillando a las instituciones democráticas que siempre sustentaron ―con mayor o menor acierto― el tablado del poder.

            Hoy, los aspirantes a augustos se crecen frente a la democracia, como los emperadores orientalizados lo hicieron frente al senado de Roma. Parece que hay diferencias con otros prohombres, los del poder económico, pero en el fondo la figura del emperador sustituto de la democracia, del parlamento, del senado, es importante para que aquella pase a ser un recuerdo del pasado.

            El capitalismo se muere, pero no para abrirse a un modelo de justicia social, sino a otro de la máxima explotación posible: el del imperio depredador, esclavista y tecnológicamente insuperable. Y, para ello, los payasos hipernarcisistas son imprescindibles en el marco de la barbarie.

            Estemos atentos a cómo se da el nuevo escenario que parece ya un paseo militar: la represión de la contestación interna.

            Quizá cuando se redacte la vida del último emperador, el escritor al que le toque pueda decir, como lo hizo Lampídrico:

«La vida de Heliogábalo Antonino, que también fue llamado Vario, no debería haberse redactado jamás para que nadie supiera que fue emperador romano, si ese mismo imperio no hubiese tenido antes Calígulas, Nerones o Vitelios. Pero, del mismo modo que una misma tierra genera veneno y trigo y otras cosas más saludables, y tanto animales domésticos como serpientes, el atento lector se verá recompensado al leer las vidas de Augusto, Trajano, Vedspasiano, Adriano, Pío, Tito y Marco Aurelio por oposición a este monstruoso tirano».

        En cualquier caso, todo cambia para mal cuando son los histriones peliculeros quienes gobiernan. 


lunes, 9 de junio de 2025

EL VIETNAM DE ROMA

                                                           


En el año 2021 el periódico asturiano la Nueva España publicó un divertido e interesante artículo titulado Asturias el Vietnam de Roma, firmado por C.M.Basteiro.

https://www.lne.es/cuencas/2021/02/20/asturias-vietnam-roma-cesar-destino-35198092.html

           No tiene desperdicio, y solo es susceptible de una matización, que Asturias no existía hace 2025 años. Existía eso sí Asturia, en singular que es como se referían al territorio de los astures las fuentes romanas. Y es que en el territorio que hoy se denomina Principado de Asturias no solo habitaban astures, sino también cántabros.

En todo momento mantenemos en “Cantábrica” la unidad de la guerra contra Roma de los dos pueblos, cántabros y astures, porque no olvidemos que fueron ellos, los mismos romanos, quienes pusieron nombre a las tierras. No nos confundamos nosotros, herederos culturales de Roma porque, en realidad, nunca podremos saber si los cántabros y los astures eran la misma etnia o no. Lo único que nos consta es su resistencia conjunta.

Los imperiales, tan amigos de categorizar, bien pudieron dividir al mismo pueblo en dos diferentes porque diferentes eran las administraciones en que los integraron y diferentes los ejércitos que intervinieron.

¿Quiere esto decir que se ponga en cuestión la asturianidad de Panes o la cantabricidad de Potes? De ninguna manera.

Nuestra oposición es completa a quienes pretenden poner puertas a la Historia y decir: Si eres de Unquera, eres cántabro y recántabro y si eres de Bustio, asturiano y requeteasturiano. Es cierto que Unquera pertenece a la actual Comunidad Autónoma de Cantabria, y Bustio al actual Principado de Asturias, divisiones administrativas de hoy día que tiran a ultranuevas en comparación con los hechos que narramos.

Hace 2025 años, quienes habitaban los parajes de Unquera y de Bustio  eran cántabros orgenomescos y, de verdad, lo juraré con la mano sobre el fuego si es preciso, quienes vivieran en aquellos tiempos a ambos lados de la actual muga, quedarian pasmados si escuchasen ridículos debates fronterizos entre asturianistas y cantabristas. ¿Tendremos que gastar un cien mililitro más de saliva para hablar de esto?

La única verdad es que, en efecto, hace dos mil veinticinco años los cántabros y astures opusieron a Roma una resistencia equiparable mutatis mutandis a la que el Vietcón opuso a los Estados Unidos. Hipérboles aparte, sí existe un cierto paralelismo entre los dos hechos históricos.

Octaviano llegó Asturias y a Cantabria justo después de terminarse las guerras civiles, justo después de la batalla de Accio y cuándo acababa de recibir del Senado el título de augusto.

Por una parte, se pensaba que la campaña sería un paseo militar y qué redundaría en beneficio de la imagen del emperador en Roma, pues Augusto nunca hasta entonces obtuvo una victoria sobre pueblos externos, sino sólo contra romanos en la guerra civil que acababa de finalizar.

Por otra parte, la campaña que se había preparado hacía mucho tiempo era una fuerte apuesta por el dominio geoestratégico del Cantabrico, camino obligado para reforzar la hipotética conquista de Germania, según pretendía el primer emperador.

La ferocidad de aquellos pueblos era legendaria y se sabía que conocían a la perfección los métodos de combate romanos. Por eso, los invasores se curaron en salud y utilizaron más de diez legiones para sojuzgar el diminuto territorio del Solar Cántabro y Astur. Cierto es que, en realidad, sobraban muchas tropas después de las guerras civiles, pero ello no quita relevancia a la presencia masiva del ejército romano en nuestros territorios, una potencia de fuego similar quizá en proporción, cómo dice dicho periódico, a la empleada por los estados unidos en Vietnam. Querían acabar con ellos en un abrir y cerrar de ojos, lo que hoy en doctrina militar norteamericana se denomina “Shock and Awe”, es decir, “Conmoción y espanto”. Pero, les salió el tiro por la culata.

Y es que los cántabros y los astures se rebelaron año tras año durante una larga década que puso en evidencia las deficiencias de rendimiento de la máquina militar romana. Y  fue durante la rebelión del 19 antes de Cristo, cuando los cántabros que habían sido vendidos como esclavos mataron a sus dueños y regresaron al Solar para expulsar a los romanos.

Además, pese a ser vencidos finalmente por los imperiales, los dos pueblos siguieron con sus costumbres ancestrales durante setecientos años más, ajenos y marginados de la romanización, lo que nos hace pensar que la victoria de Roma fue, a la postre, relativa, quizá pírrica.

Escuchemos cómo funcionaba la rumorología de Roma cuando oían hablar de los cántabros:

«Dis Pater informará a Coronoego de que Roma no podrá asimilar lo que suceda en Cantabria. ¿No habían sido vencidos los cántabros una y otra vez?, ¿no celebraron triunfos por su derrota generales como Estatilio Tauro y Calvisio Savino antes de que el mismo Augusto clavara su gladium en la cima de aquellos montes?, ¿no la dejó el emperador pacificada cuando regresó a Tarraco con todo bombo y boato, aunque se negara a recibir el debido triunfo?, ¿no resultaba tal actitud sospechosa de que la victoria no era completa? Así quedó demostrado, pues fue Antistio Veto quien hubo de culminar la conquista, pero, ¿no derrotaron definitivamente a las tribus rebeldes tras la batalla de Bérgida?, ¿no fueron exterminados tras Aracilo y el desembarco en la retaguardia?, ¿no murieron de hambre en el Vindio?, ¿no se rebelaron de nuevo frente a Lucio Emilio que hasta les cortó las manos?, ¿no fue arrasada la orgullosa ciudad de Camarica?, ¿no se levantaron de nuevo frente a Carisio en Asturia y frente a Furnio en Cantabria?, ¿no murieron en Lancia los astures forzando las líneas de cerco?, ¿no se dieron muerte a sí mismos los defensores del Medulio?, ¿qué era eso de que se habían rebelado de nuevo?, ¿pero aún quedaban cántabros?, ¿que salieron de donde nunca se sospechara que pudiera escapar una rebelión, de las bocas de las minas de Gallaecia, de las mansiones de Aquitania?, ¿una rebelión de esclavos, como en los tiempos de Espartaco?, ¿y si cundía aquel ejemplo?, ¿y si todo el imperio se veía salpicado por tan incívico comportamiento, por aquella resistencia inusitada propia de bárbaros incapaces de llevar al cuello el dulce yugo de Roma? ¡Es imposible, no puede ser!, se dirá de boca a oreja en los tenderetes del foro romano. ¡Es inaudito, no me lo puedo creer!, se comentará en las calles. ¿Otra vez, pero quienes son esas gentes?, se dirá en las termas. ¡Hay que levantar hasta las piedras y las montañas de Cantabria para machacar a las hormigas!, se gritará en los estrados del Senado de Roma. ¡No podemos permitir una nueva rebelión y, además protagonizada por esclavos!, dirá el mismo Augusto al general Marco Ascanio Agripa, debes de ser tú, mi hombre de confianza quien acuda a someterlos, querido yerno. ¿No será mucho honor para unos bárbaros que el vencedor de Antio acuda a restaurar nuestro orden contra meros esclavos?, preguntará el gran militar. No, Marco, se ríen de nosotros, incluso han robado alguna de nuestras águilas; debes dar un escarmiento ejemplar, empezando por castigar a nuestro propio ejército, ¿es cierto que una legión entera, encima la que lleva mi nombre, la Augusta, ha sido humillada por esos bárbaros?, ¿estoy bien informado?, ¿sí?, pues no lo dudes, Marco, castiga a los cobardes y a los rebeldes, restaura mi paz pero, espera, algo más he de pedirte antes de que partas hacia Hispania: procura convencer a Tito Livio de que no se explaye demasiado en sus escritos sobre esta nueva rebelión cántabra, que apenas haga referencia a ella pues el tesón de los bárbaros nos avergüenza, no sé cómo decirte, no es un hecho que favorezca nuestra imagen, ¿entiendes?, que nadie sepa de los rebeldes, menos de su heroicidad, que la historia se los trague como si no hubieran existido, ¿me explico?, en fin, parte ya hacia Cantabria, Marco, usa las legiones que tienes acantonadas en la Galia, ¡qué vergüenza!, ¡humillados por unos esclavos!, ¡qué vergüenza!» (“Cantábrica, la Gran Epopeya del Solar Cántabro”, página 139-141)

En fin, que nada nuevo hay bajo el sol.

Mañana hablaremos, Erudino mediante, del concepto romano de TUMULTUM, de revuelta, al hilo de lo que sucede hoy en Los Ángeles. También hablaremos del emperador Heliogábalo, que según la crónica de Elio Lampridio, usaba peluquín rubiales. ¿Se entiende esta forma indirecta de narrar, propia de quien pretende volar por debajo del alcance de ciertas máquinas? La literatura siempre fue eso: un intento racional de los humanos por burlar a la censura, por extender el ámbito de la libertad de nuestra especie, amenazada siempre por el poder tras el traumático drama neolítico.

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ROMA CONTRA CÁNTABROS Y ASTURES... TALMENTI, COMO HOY DÍA

    Analizamos en este artículo las semejanzas, paralelismos y diferencias entre la geoestrategia de hace 2025 años y la actual, a partir ...