También se llama Cueva del
Linar, y está en el municipio de Alfoz de Lloredo. El topónimo de Busta es
romano y procede de "bos", buey, con lo que vendría a significar el
lugar donde pacen los bueyes: la Sel de los Bueyes.
La Cueva de la Busta permitirá al caminante de «Tiempos del
Hierro», segundo tomo de «Cantábrica» viajar al principio de los principios,
viajar a cuando era feto, viajar a cuando era embrión, viajar a cuando era una
mera idea, una simple hipótesis entre las sombras de Platón.
En ella se han hecho muchas búsquedas arqueológicas, se han
hallado abundantes objetos, se han detectado figuras rupestres, se la ha
catalogado como lugar de culto, como németom desde tiempo inmemorial, y todo
ello sin dinero.
Es uno de los hipotéticos grandes tesoros monumentales de
Cantabria que desde principios del siglo XX mueren de risa en el olvido
oficial, ese limbo de dimensiones inabarcables donde descansa nuestro
patrimonio en un sueño eterno, expuesto a hurtos de furtivos, a la voracidad de
la maleza y a los excrementos de los honorables seres que los habitan.
Triste es siempre el monocultivo. Triste el favor que ha
hecho a la arqueología la presencia arrolladora de Altamira, único referente al
que mira la oficialidad que vive de grandes batallas del pasado y que siguen
dando sus frutos en forma de riadas de euros procedentes del turismo
interminable, fuente monocorde de ingresos. ¿Qué le vamos a hacer?, dinero
llama a dinero, visitas llaman a investigación, que no investigación a visitas,
comida para hoy, hambre para mañana, inmediatismo salvador de los sillones de
terciopelo donde reposan los más acomodaticios de los traseros hechos a cojines
de plumas: los de nuestros burócratas, políticos y demás paniaguados, todo sea
dicho con los debidos respetos, con las máximas precauciones, extremando la
delicadeza y, por supuesto, sin ánimo de ofender, pero ofendiendo con justa
causa.
No es mala voluntad, es desidia. No es un plan preconcebido
de tirar por la borda nuestro patrimonio por prodigalidad meditada y medida,
¡qué hacer!, no es eso, se trata de mera inercia, el gran motor que impulsa el mundo. Hasta la tierra
se mueve por inercia, si no, se detendría. Algún día, cuando me jubile de la
jubilación, escribiré un ensayo sobre este tema tan poco trabajado: la historia
de la Humanidad no es la historia de la lucha de clases, sino la historia de la
inercia, gigante que todo lo devora, oscuridad de las oscuridades, en
permanente lucha con su contraria: la diligencia aislada, musculosa pero
fabricada en formato de minorías que se abren paso hacia la libertad a
trompicones.
Merece la pena visitar la meritoria página Regio Cantabrorum
en su entrada "Cueva del Linar". Recomiendo su lectura en este
artículo, y que se haga en todos los sentidos de la rosa de los vientos. Pocos
trabajos sobre la Vieja Cantabria son tan exhaustivos y perfeccionistas como el
realizado por Miguel López Cadavieco en su blog.
(regiocantabrorum.es/publicaciones/cueva_del_linar")
Allí se da cumplida cuenta de lo que en este espacio sagrado
inmemorial se ha hecho y de lo que no se ha hecho, cuándo, quién y cómo. Uno de
sus párrafos dice así:
«El
segundo grupo, en la galería izquierda, es
algo totalmente excepcional: se trata de la representación de dos vulvas de
gran tamaño (aunque el paso de una persona es angosto) aprovechando dos
formaciones naturales. Estas aberturas han sido trabajadas mediante pequeñas
roturas, pulido y rebaje de diferentes zonas. Incluso posee gruesos grabados en
todo su contorno emulando el vello púbico. No ha sido posible establecer
paralelos sobre este conjunto, si bien la intencionalidad en la talla y manufactura de las vulvas es clara».
Es, sin duda un lugar sagrado: en lo más profundo de una
cueva, dos vulvas consecutivas. ¿Puede alguien dudar de que en ese espacio
hubieron de darse ritos relacionados con la tierra, la generación, la creación,
la vida y la muerte? ¿Puede existir un lugar en Cantabria de mejor acomodo para
los ritos de los druidas cántabros, más chamanes, herederos de la tradición
esteparia y precelta, que sacerdotes organizados?
Como
es lógico, nuestra Epopeya se ha apropiado del santuario y lo ha integrado en
su trama. Aparece en el capítulo penúltimo, el setenta, y en ese profundo
németom se aclara el misterio del anillo ─no puede haber libro de leyendas
celtas sin anillo─, el perdón divino que se encuentra en el viaje de retorno al
útero materno, la sustitución del personaje en la labor de predicar la guerra
contra el invasor que viene y, en fin, el cumplimiento del destino en la unión
del principio y el fin, las dos esquinas de la divinidad que se doblan sobre sí
mismas.
No es la primera vez que se trata en literatura este proceso
de retorno al seno de la Madre. Ya lo hizo Alejo Carpentier en su memorable
relato "El viaje a la semilla".
En esta obra del inmortal cubano se narra la vida de don
Marcial, pero al revés. Se empieza en el momento de su muerte y, párrafo a
párrafo se retrocede por su madurez, por su juventud, por su infancia, por su
nacimiento y por la época en que fue feto, semilla.
Ya utilicé este recurso en mi malhadada novela «La Estirpe
de Velarde», en la que me sirvió para elevar a la estratosfera estilística el
final del relato. Gran broche del que quedé muy satisfecho. Ser discípulo de
Carpentier en este y en otros muchos aspectos, es un honor.
También aquí, en «Cantábrica», se retorna al recurso porque la
existencia de esas dos vulvas llama a gritos al viaje de retorno. Por lo tanto,
en el capítulo setenta, penúltimo de «Tiempos del Hierro», segundo tomo de
«Cantábrica, la Gran Epopeya del Solar Cántabro», hallaremos ritos chamánicos,
leyendas celtas, y literatura en estado puro, con la que se da solución a la
penitencia del protagonista, Turo, que recorre cada rincón del Solar Cántabro
repartiendo leyendas en todos y cada uno de los castros, labor extenuante de
él, mi personaje, y mía, para dotar a nuestro fondo de relatos míticos de un
arsenal novedoso, copioso y exhaustivo de leyendas, sacadas de la mitología
comparada, que bien pudieron tener presencia en los duros, añorados y olvidados
"Tiempos del Hierro".
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