domingo, 29 de junio de 2025

NOEGOS. LA TRIBU QUE LES FALTA A LAS “GUERRAS CÁNTABRAS” DE LOS CORRALES DE BUELNA

                                         


¿Quienes eran, o pudieron ser los noegos o los ucesios? Vayan dos ideas clave para empezar:

         La  Cantabria Oriental estaba poblada por los cántabros, pero en ningún lugar se especifica qué populus concreto ocupó aquellas tierras. En la ubicación de otros puede haber duda, es el caso de los concanos, pero lo que no admite discusión es que se desconoce por completo quienes vivían en el oriente de Cantabria.

         En  fin, que ni los trasmeranos ni los de Voto, ni los de Soba, hablando en términos actuales, tenían nombre conocido hace 2025 años, pero queda claro que alguno llevaban, porque estar, estaban.

         La segunda idea es que para los romanos era en extremo difícil diferenciar a aquellos pueblos cantábricos, trazar sus límites, ubicarlos y, por supuesto, se hacían un tremendo lío con aquella lengua de guijarros, de manera que incurrían en contradicciones flagrantes cuando describían.

         Así, sabían de la existencia de una ciudad llamada Noega y unos decían que estaba en territorio de los cántabros, otros que en el de los astures, este que en la linde de los unos y de los otros, aquel que cerca de los autrigones. Los romanos eran muy meticulosos, se veían impulsados a poner nombre a todas las cosas, a todos los pueblos que encontraban, pero lo hacían un tanto a bulto y con finalidad ordenancista. Por ejemplo, ¿tenían decidido que fueran dos cuerpos de ejército diferente los que penetraran en la cordillera?, pues dividían el territorio en dos y les daban nombres: cántabros y astures, para que cada unidad (la de Augusto y la de Carisio) dispusieran de territorio con apellidos concretos al que invadir. ¿Que la realidad no cuadraba por completo con su esquema?, pues se modificaba la realidad, ¡hasta ahí podíamos llegar!

         Luego vinieron los historiadores y, para aclarar tales contradicciones, dijeron que como se trataba de una localidad fronteriza, Noega debía de estar a la altura de Ribadesella, o de Villaviciosa y, otros hubo que la situaron en la Campa Torres, de Gijón.

         Sin embargo, lo más probable es que estuviera en las proximidades de Noja. Fijémonos en las similitudes de los términos Noega y Noja.

         Noega, en celta castizo, de raíz indoeuropea significaba Nuevo, y probable sería que hubiera dos ciudades con el mismo nombre: una astur y otra cántabra. Esta duplicidad debía de desorientar grandemente a los geógrafos romanos, que padecían un cierto cretinismo topográfico y seguramente también lingüístico.

         Pero sí, habría dos Noegas: una, la llamada Noecantrum, abreviatura de Noega Cantabrorum, según las referencias que hay al mapa que existía en el pórtico de Vipsania Pola, en Roma, mandado trazar por Agripa.

         La duplicidad de nombres era, y es, del todo normal porque, ¿cuántas ciudades "nuevas" tenemos en América?: Nueva Orleans, Nueva York, Nueva Laredo, la ristra sería interminable. Además, esta  localidad cántabra llevaba el sobrenombre de Ucesia. Se estaría hablando de Noega Ucesia, de los cántabros, para diferenciarla de la Noega de los astures.

         La ubicación de Noega en las inmediaciones de Noja ha sido muy bien descrita en «Los cántabros antes de Roma», de Eduardo Peralta Labrador, páginas 126 y 127.

         Según este autor, «Se ha considerado que Noega Ucesia pudo estar en el área de Noja porque esta se encuentra próxima al cabo Quejo, punto costero sobresaliente, y porque a partir de aquí la costa cantábrica sufre un brusco retroceso que aparece en el mapa de Ptolomeo. Además, en sus alrededores, se ha producido una serie de hallazgos de época romana».

         Lo anterior es muy cierto, pues no hay más que subir a la cima del Cincho, en la que se ha instalado una amplia torre que eleva al visitante sobre la densa vegetación, desde la que se constata este supuesto retroceso que indujo a error a Ptolomeo pues, en efecto, parece como si la costa quebrara bruscamente de orientación.

         Además, también según Peralta, Santoña es el mejor puerto de la costa cántabra, tras el de Santander, y en sus inmediaciones se han hallado abundantes restos romanos, luego no sería descabellado pensar que en ese lugar se hubiera ubicado la ciudad de Noega Ucesia. Además, Ptolomeo señala que «estaba situada en la boca de un gran río, y Santoña está justamente en la desembocadura del Asón».

         Sin duda, la cercanía de Santoña y Noja es notable, sobre todo si se mira el Buciero desde el alto del Cincho. Realmente parece que estuviera a tiro de piedra. Además, concluye este autor, sin Noega en la zona de Noja-Santoña, tendríamos que la parte oriental de Cantabria quedaría vacía de pueblos cántabros constatable, lo que sí estaría en contradicción con lo sostenido por Ptolomeo, según el cual la desembocadura del Asón y las tierras que retrepan hacia la Cordillera estaban pobladas por cántabros.

         Peralta concluye su propuesta con la siguiente idea:

«El territorio dependiente de esta ciudad de Noega empezaría en las orillas orientales de la ciudad de Santander. Al sur de la misma, en el valle de Miera, existe otra localidad llamada Noja, posible testimonio de por dónde llegaba el antiguo territorio de la ciudad de Noega. Tenemos así que el área costera oriental de Cantabria pudo estar poblada por un populus cuya capital era Noega Ucesia. ¿Se trataría de los NOEGOS? El adjetivo Ucesia pudiera ser también de tipo gentilicio, con lo que nos encontraríamos con el populus de los UCESIOS».

         Y termina el autor con una inteligente frase relativizadora:

«Sirvan en cualquier caso estas conjeturas para ayudarnos a nombrar al populus que tuvo que ocupar la comarca oriental de Cantabria».

 

         Así las cosas, hace pocos días Miguel Obeso publicó en su perfil de Facebook un mapa de 1695, del autor holandés Van Kaulen, en el que, siguiendo la costa hacia el este, desde el cabo Quejo, es decir, descendiéndola, aparece un grupo de islas cercanas al lugar donde se halla el castro del Cincho ─por cierto, también descubierto por Peralta─ en la marisma de Joyel, que me indujeron a la reflexión.

         A decir verdad, este pensamiento absurdo me rondaba desde hacía años, tras muchas horas pasadas entre el Molino de Santaolaja-La Casa de las Mareas y El Cincho de Soano, y es que bien pudo existir entre aquellos restos de humedal, tan deteriorado por las urbanizaciones, una rada de no despreciable tamaño, cerrada precisamente a la mar abierta por esas islas ─alguna de las cuales subsiste, mientras que el resto está aplastado bajo el cemento─, de manera que justo a los pies del Cincho de Soano, castro grande, auténtico oppidum costero, pudo haber un puerto, entendiendo por tal un mero lugar de acceso a la costa y refugio para embarcaciones. ¿Sería tal castro, el del Cincho, la antigua Ucesia? ¿Sería Santoña, tan cercana, bañada por el Asón, una colonia de esa ciudad, Noega Ucesia, mejor ubicada y con mayores posibilidades?

         La respuesta a esas preguntas, como las pregu

ntas mismas, tiemblan en el aire y se esconde entre la densa vegetación del alto del Cincho de Soano, intocable por razones ecológicas de densidad arbórea, pero también por evidente desidia administrativa, tan espesa en Cantabria como el corazón del Amazonas en tiempos de Orellana.

         En fin, como indicábamos al inicio de este artículo, ¿no tendrían los anteriores argumentos, tan bien avalados por otra parte, prestancia suficiente como para ser la base recreativa de una nueva tribu cántabra de Los Corrales de Buelna: los NOEGOS, o los UCESIOS? Porque, conjetura por conjetura, como casi todo en Historia, la presencia de los noegos en el oriente de Cantabria aclararía cierta confusión en las fuentes sobre los habitantes de esta esquina de nuestra tierra.

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