lunes, 30 de junio de 2025

EL ÁRBOL DE LOS ANTEPASADOS

 

Coronoego yace bajo el roble, con el escudo a guisa de almohada. Al día siguiente entrará en Aracilo, su patria, con la victoria colgando del cuello de su caballo: dos cabezas y cuatro manos de enemigos. Será considerado adulto y portentoso guerrero.

         Pero, antes descansa, duerme y abre la mente a los dioses que se comunican con él como es costumbre de la divinidad, mediante los sueños, las redes sociales del panteón cántabro, la "incubatio!

         Será una larga noche en la que el joven guerrero recibirá detallada información de cuanto se avecina. Como futuro jefe de jefes, designado por Lumia que decide los destinos de los hombres, ha de conocer el devenir y los diversos dioses cántabros le informarán pormenorizadamente, uno a uno, durante aquella larga noche, sobre lo que le espera.

         Al comienzo del sueño, las tres diosas: Deva, Epona y Madre Cantabria le hablan de sus antepasados, los enumeran y describen sus hazañas.

«Coronoego se siente abrumado con tanto nombre y referencia a sus antepasados. Ya no distingue a unos de otros, se le entremezclan los clanes y los parentescos; se ha extraviado entre tanta heroicidad. Madre Cantabria se apercibe de lo que le sucede por su gesto de cansancio. Aquello es una pesadilla recurrente, plúmbea, piensa el joven, como las que nacen cuando la sangre pesa.

         Son quizá muchos los antepasados a los que nos hemos referido, ¿verdad?, pregunta la diosa comprensiva, es este un sueño repetitivo, es cierto, porque repetida es la heroicidad de los tuyos, Coronoego, porque deseamos que se renueve también en ti la furia de tus antepasados.

Como la de Marón, que luchó con Aníbal.

Como la de Pintovio, que lo hizo con Asdrúbal; como la de Reburro, que conoció a Catón.

Como la de Amparano que defendió a los vacceos frente a Lúculo.

Como la del bisabuelo Bodo, que vivió en tiempos de Numancia.

Como la de tu abuelo Docio que luchó en Vardulia y estuvo a punto de morir en Calagurris.

Y como la de tu padre Dorulio que se enfrentó a César en Aquitania y que junto con tu tío Malodio, hermano de Turennia, tu madre, del clan de los Amoca, participaron en la batalla de Munda en el bando pompeyano...

         ¿Ves, hijo?, son muchos los que te antecedieron, pero en realidad todos ellos se resumen en un solo guerrero, el que habita en ti, y no te importe no retener quién es quién. Cada uno de ellos es Coronoego. ¿Te parecen suficientes heroicidades?, pues te diré que aún hay más, porque tus antepasados también participaron en muy lejanas contiendas.

Así el padre de Marón del que antes te he hablado, se llamaba Alluvo , y formó parte del contingente cartaginés que tomó la ciudad griega de Selimo, en Sicilia.

Y su padre Maropo, tu octabuelo , se había alistado tiempo atrás en las fuerzas contrarias, las griegas, y participó en la batalla de Hímera, frente a Cartago.

El padre de este, Virato , luchó con Esparta frente a Atenas, y dicen que regresó a la tierra en un barco espartano cuyos tripulantes quedaron todos en nuestras montañas, y que la raza espartana se mezcló con la cántabra,

Y hasta cuentan que el padre de Virato, Ablonno, que sería tu decabuelo , cabalgó  junto al mismísimo Breno y que entró victorioso en Delfos, pero de esto último ni los dioses estamos seguros.

         Todos ellos te precedieron, hijo, todos te esperan en el Sid, allí los podrás conocer, ¿te imaginas las jugosas tertulias en torno a la mesa de Lucobos?, pero yo te aseguro, Coronoego, que no te presentarás en la interminable cena de los dioses con las manos vacías, al contrario, llegarás al otro mundo con tanta gloria como ellos, e incluso más, pues tú serás quien dirija al pueblo cántabro contra sus peores enemigos, esos que vienen desde Tarraco, que ya se acercan, que ya están aquí, que plantarán sus reales en tierra de Turmogos.

         Te aseguro, joven guerrero, que grande es la fama del pueblo cántabro, su ferocidad es conocida en Roma y más allá, en Oriente y en el norte, en Galia y en África, pero, con todo, Augusto, hijo de Julio César, ese contra el que combatiera en Aquitania tu padre, el amínico Dorulio, ha decidido someter a los pueblos de la costa, cántabros y astures, por eso estamos aquí las tres, para avisarte, pero descansa un momento, si puedes, mientras recibes otras visitas, Coronoego, pues esta noche será larga. En fin, hijo, adiós y sigue los consejos que te den los dioses que ya vienen, y que esperan turno para susurrarte el futuro al oído...

         Una nuétaca ha levantado el vuelo, ¿será la Innominada? Las cornejas que ocultan a Deva, a Epona y a Madre Cantabria la siguen. En la lejanía se escucha aún la voz de esta última, cada vez más lejana: Sigue los consejos que esta noche te den los dioses, los dioses, los dioses...». ("Cantábrica, la Gran Epopeya del Solar Cántabro", tomo 3, páginas 38.39).  

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