
Como la creación del mundo, el final del mismo es un misterio en la mitología celta. No así, sin embargo en la germánica.
Tanto del mundo celta como del germano antiguo sólo tenemos
referencias literarias en las Islas. En Irlanda y Gales para lo celta, en
Islandia para lo germano. Las variaciones continentales de lo celta y lo
germano debían de ser prolijas, variadas o incluso dispares, pero la base
común, que nos ha llegado, isleñas y deformadas, es nuestro único punto de referencia.
Las sagas irlandesas que fueron escritas hacia el siglo X
por monjes cristianos nada dijeron al respecto. Sin embargo, las sagas
islandesas, que hicieron lo propio con las tradiciones escandinavas sí fueron
muy prolijas respecto al fin del mundo, identificado con el Ragnarök. ¿Sería el
fin del mundo concebido por los celtas similar al final del mundo germánico? Quizá
no, pero sí tendrían algún elemento común en la matriz de lo indoeuropeo.
Sobre este asunto del fin del mundo germánico y su hipotética
conexión con el fin del mundo celta escribe con notable lucidez el profesor
Peralta en su obra «Los Cántabros antes de Roma».
Quizá, la misteriosa frase de la delegación gala frente a
Alejandro: «los galos sólo tememos que el cielo se desplome sobre nuestras
cabezas» ─atribuida a Posidonio─ nos dé alguna clave sobre el concepto del fin
del mundo de los celtas. Alejandro esperaría que se le contestase que le temían
a él, o a sus falanges, o a su poder, pero los galos salieron por peteneras. El
gran general comentó que eran un tanto fanfarrones aquellos galos.
Pero, claro, si vamos más allá de los golpes en el pecho que
se querrían dar con tal frase los delegados, podríamos estar ante una
interpretación del fin del mundo en miniatura, propia de la cultura celta.
La idea del cosmos de los celtas era vertical. Arriba estaba
el cielo, el lugar de los dioses luminosos. Debajo se encontraba el mundo
material, donde ellos vivían y plantaban lechugas y, en el subsuelo, el mundo
oscuro, ancestral, mágico. En consecuencia, si el cielo se desplomaba sobre sus
cabezas ¿ante qué estaban?, ni más ni menos que ante la caída de los dioses, ante
algo similar al Götterdämmerung germano, ante un ocaso de la divinidad, ante un
fin del mundo.
En otras mitologías indoeuropeas, también el cielo se
desploma sobre los humanos, como en el Mahabarata a causa de que han sido
violadas las leyes del dharma; también en la mitología griega tremendos males
se prevén en el caso de que Atlas deje de sostener el cielo sobre sus hombros,
y en Persia, en el zoroastrismo se describe una lucha final donde el mundo será
renovado por el fuego.
Es decir, que la frase "los galos sólo tememos que el
cielo se desplome sobre nuestras cabezas" es algo más que una baladronada
racial frente al prepotente Alejandro; se trataría de una expresión que delataría
un concepto de fin cósmico en miniatura.
El cielo se desplomará por el fuego o por el agua, por la
destrucción humana o por cataclismos, por la guerra y por el resquebrajamiento
natural de la tierra. Se trataría de un fin de ciclo, tras el que todo volvería
a renacer. Algún dios sobreviviría, e incluso una pareja de humanos, como en la
mitología germánica, Lif y Lifthrasir, que se escondieron en el bosque sagrado,
en la espesura del árbol del Ygnasil.
Para los celtas, la lucha entre la Luz y la Oscuridad es
eterna. Primero fue la Oscuridad, luego la Luz que se comportó como un elemento
intruso dentro del orden caótico de las cosas, por eso siempre estarán en pugna
los dos elementos: el oscuro y el luminoso. Esta lucha se manifiesta en los
ciclos anuales en los que suceden los meses luminosos a los meses oscuros, en el
combate que se desarrolla en los cielos entre los dioses de la oscuridad y los
de la luz, con la Gran Cabalgada de Lug. Es un combate que continúa más allá de
la muerte individual, más allá de los pueblos, una lucha que no tiene término
si no es en el fin de los tiempos, con el triunfo de la Oscuridad.
Incluso en la vida cotidiana se manifiesta a cada instante
entre los Hijos de la Luz que buscan participar en la creación innovando,
produciendo, generando nuevas ideas, y los Hijos de la Oscuridad, que se mueven
por inercia, y sólo dejándose resbalar
se aprovechan de lo creado por sus archienemigos sin causa: los hijos de la
Luz.
Similitudes y diferencias entre la escatología germánica y
la céltica aparte, no deja de ser curiosa la génesis de los conceptos
mitológicos y cómo la literatura dibuja directamente la mitología.
Así, sobre Gunther, o Gundaharius, rey de los Burgundios,
inspirador de uno de los personajes más importantes del Sigfrido, del Anillo de
los Nibelungos, nos hablan las crónicas del siglo V, especialmente las
referidas por Prosper de Aquitania, Hydacio y Jorganes.
Luego, Wagner, tomando elementos de la mitología escandinava, y de la historia el caso de Gunther, personaje real, compone, en un marco pangermánico, el Anillo de los Nibelungos, donde se resume, compendia y sistematiza en un todo actualizado, en el siglo XIX, la mitología germánica. Se puede decir que esta ha sido creada, en realidad, por la literatura.
Eso se hizo en Alemania, se creó la mitología germánica, se
le puso banda sonora y cinta de película.
A la mitología céltica, le faltó un Wagner y un ambiente
cultural, identitario pancéltico, que sí tuvo el emergente nacionalismo alemán.
Si un francés, un inglés o un celtíbero hubieran sacado del olvido las viejas
sagas isleñas y las hubiese puesto en relación lógica con algún hecho histórico
continental, las hubiese dado formato musical y literario, tendríamos también
fin del mundo céltico, como lo tenemos germano.
La literatura es, pues, la madre del mito.
Por eso digo que la mitología no se crea, sino que se va
creando a golpes de genialidad literaria con Homeros, Virgilios, Wágneres, Tolkienes.
Por eso sostengo que se parecen tanto la mitología y el
folclore, porque este también es un concepto abierto, una acumulación por
arrastre de la esencia vital de los antepasados.
Por eso afirmo que los tiempos que se aproximan exigirán,
frente a la globalización, la máxima individualización de los mensajes
tradicionales, la recuperación de lo escondido, el nuevo impulso a lo que se
tiene, lo multicolor a lo monocromo.
Por eso, la mitología y el folclore son los trajes naturales
que debe vestirse quien quiera sobrevivir al siglo XXI y crear, quién sabe, un
mundo nuevo tras el fuego y el agua.
No hay comentarios:
Publicar un comentario