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https://www.lne.es/cuencas/2021/02/20/asturias-vietnam-roma-cesar-destino-35198092.html
No tiene desperdicio, y solo es susceptible de
una matización, que Asturias no existía hace 2025 años. Existía eso sí Asturia,
en singular que es como se referían al territorio de los astures las fuentes
romanas. Y es que en el territorio que hoy se denomina Principado de Asturias
no solo habitaban astures, sino también cántabros.
En todo momento mantenemos en “Cantábrica”
la unidad de la guerra contra Roma de los dos pueblos, cántabros y astures,
porque no olvidemos que fueron ellos, los mismos romanos, quienes pusieron
nombre a las tierras. No nos confundamos nosotros, herederos culturales de Roma
porque, en realidad, nunca podremos saber si los cántabros y los astures eran
la misma etnia o no. Lo único que nos consta es su resistencia conjunta.
Los imperiales, tan amigos de
categorizar, bien pudieron dividir al mismo pueblo en dos diferentes porque
diferentes eran las administraciones en que los integraron y diferentes los
ejércitos que intervinieron.
¿Quiere esto decir que se ponga en
cuestión la asturianidad de Panes o la cantabricidad de Potes? De ninguna
manera.
Nuestra oposición es completa a
quienes pretenden poner puertas a la Historia y decir: Si eres de Unquera, eres
cántabro y recántabro y si eres de Bustio, asturiano y requeteasturiano. Es
cierto que Unquera pertenece a la actual Comunidad Autónoma de Cantabria, y
Bustio al actual Principado de Asturias, divisiones administrativas de hoy día
que tiran a ultranuevas en comparación con los hechos que narramos.
Hace 2025 años, quienes habitaban los
parajes de Unquera y de Bustio eran
cántabros orgenomescos y, de verdad, lo juraré con la mano sobre el fuego si es
preciso, quienes vivieran en aquellos tiempos a ambos lados de la actual muga,
quedarian pasmados si escuchasen ridículos debates fronterizos entre
asturianistas y cantabristas. ¿Tendremos que gastar un cien mililitro más de
saliva para hablar de esto?
La única verdad es que, en efecto,
hace dos mil veinticinco años los cántabros y astures opusieron a Roma una
resistencia equiparable mutatis mutandis a la que el Vietcón opuso a los
Estados Unidos. Hipérboles aparte, sí existe un cierto paralelismo entre los
dos hechos históricos.
Octaviano llegó Asturias y a Cantabria
justo después de terminarse las guerras civiles, justo después de la batalla de
Accio y cuándo acababa de recibir del Senado el título de augusto.
Por una parte, se pensaba que la campaña
sería un paseo militar y qué redundaría en beneficio de la imagen del emperador
en Roma, pues Augusto nunca hasta entonces obtuvo una victoria sobre pueblos
externos, sino sólo contra romanos en la guerra civil que acababa de finalizar.
Por otra parte, la campaña que se
había preparado hacía mucho tiempo era una fuerte apuesta por el dominio
geoestratégico del Cantabrico, camino obligado para reforzar la hipotética
conquista de Germania, según pretendía el primer emperador.
La ferocidad de aquellos pueblos era
legendaria y se sabía que conocían a la perfección los métodos de combate
romanos. Por eso, los invasores se curaron en salud y utilizaron más de diez
legiones para sojuzgar el diminuto territorio del Solar Cántabro y Astur.
Cierto es que, en realidad, sobraban muchas tropas después de las guerras
civiles, pero ello no quita relevancia a la presencia masiva del ejército
romano en nuestros territorios, una potencia de fuego similar quizá en proporción,
cómo dice dicho periódico, a la empleada por los estados unidos en
Vietnam. Querían acabar con ellos en un abrir y cerrar de ojos, lo que hoy
en doctrina militar norteamericana se denomina “Shock and Awe”, es decir,
“Conmoción y espanto”. Pero, les salió el tiro por la culata.
Y es que los cántabros y los astures
se rebelaron año tras año durante una larga década que puso en evidencia las
deficiencias de rendimiento de la máquina militar romana. Y fue durante la rebelión del 19 antes de
Cristo, cuando los cántabros que habían sido vendidos como esclavos mataron a
sus dueños y regresaron al Solar para expulsar a los romanos.
Además, pese a ser vencidos finalmente
por los imperiales, los dos pueblos siguieron con sus costumbres ancestrales
durante setecientos años más, ajenos y marginados de la romanización, lo que
nos hace pensar que la victoria de Roma fue, a la postre, relativa, quizá
pírrica.
Escuchemos cómo funcionaba la rumorología
de Roma cuando oían hablar de los cántabros:
«Dis Pater informará a Coronoego de
que Roma no podrá asimilar lo que suceda en Cantabria. ¿No habían sido vencidos
los cántabros una y otra vez?, ¿no celebraron triunfos por su derrota generales
como Estatilio Tauro y Calvisio Savino antes de que el mismo Augusto clavara su
gladium en la cima de aquellos montes?, ¿no la dejó el emperador pacificada
cuando regresó a Tarraco con todo bombo y boato, aunque se negara a recibir el
debido triunfo?, ¿no resultaba tal actitud sospechosa de que la victoria no era
completa? Así quedó demostrado, pues fue Antistio Veto quien hubo de culminar
la conquista, pero, ¿no derrotaron definitivamente a las tribus rebeldes tras
la batalla de Bérgida?, ¿no fueron exterminados tras Aracilo y el desembarco en
la retaguardia?, ¿no murieron de hambre en el Vindio?, ¿no se rebelaron de
nuevo frente a Lucio Emilio que hasta les cortó las manos?, ¿no fue arrasada la
orgullosa ciudad de Camarica?, ¿no se levantaron de nuevo frente a Carisio en
Asturia y frente a Furnio en Cantabria?, ¿no murieron en Lancia los astures
forzando las líneas de cerco?, ¿no se dieron muerte a sí mismos los defensores
del Medulio?, ¿qué era eso de que se habían rebelado de nuevo?, ¿pero aún
quedaban cántabros?, ¿que salieron de donde nunca se sospechara que pudiera
escapar una rebelión, de las bocas de las minas de Gallaecia, de las mansiones
de Aquitania?, ¿una rebelión de esclavos, como en los tiempos de Espartaco?, ¿y
si cundía aquel ejemplo?, ¿y si todo el imperio se veía salpicado por tan
incívico comportamiento, por aquella resistencia inusitada propia de bárbaros
incapaces de llevar al cuello el dulce yugo de Roma? ¡Es imposible, no puede
ser!, se dirá de boca a oreja en los tenderetes del foro romano. ¡Es inaudito,
no me lo puedo creer!, se comentará en las calles. ¿Otra vez, pero quienes son
esas gentes?, se dirá en las termas. ¡Hay que levantar hasta las piedras y las
montañas de Cantabria para machacar a las hormigas!, se gritará en los estrados
del Senado de Roma. ¡No podemos permitir una nueva rebelión y, además
protagonizada por esclavos!, dirá el mismo Augusto al general Marco Ascanio
Agripa, debes de ser tú, mi hombre de confianza quien acuda a someterlos,
querido yerno. ¿No será mucho honor para unos bárbaros que el vencedor de Antio
acuda a restaurar nuestro orden contra meros esclavos?, preguntará el gran
militar. No, Marco, se ríen de nosotros, incluso han robado alguna de nuestras
águilas; debes dar un escarmiento ejemplar, empezando por castigar a nuestro
propio ejército, ¿es cierto que una legión entera, encima la que lleva mi
nombre, la Augusta, ha sido humillada por esos bárbaros?, ¿estoy bien
informado?, ¿sí?, pues no lo dudes, Marco, castiga a los cobardes y a los
rebeldes, restaura mi paz pero, espera, algo más he de pedirte antes de que
partas hacia Hispania: procura convencer a Tito Livio de que no se explaye
demasiado en sus escritos sobre esta nueva rebelión cántabra, que apenas haga
referencia a ella pues el tesón de los bárbaros nos avergüenza, no sé cómo
decirte, no es un hecho que favorezca nuestra imagen, ¿entiendes?, que nadie
sepa de los rebeldes, menos de su heroicidad, que la historia se los trague
como si no hubieran existido, ¿me explico?, en fin, parte ya hacia Cantabria,
Marco, usa las legiones que tienes acantonadas en la Galia, ¡qué vergüenza!,
¡humillados por unos esclavos!, ¡qué vergüenza!» (“Cantábrica, la Gran Epopeya
del Solar Cántabro”, página 139-141)
En fin, que nada nuevo hay bajo el
sol.
Mañana hablaremos, Erudino mediante,
del concepto romano de TUMULTUM, de revuelta, al hilo de lo que sucede hoy en
Los Ángeles. También hablaremos del emperador Heliogábalo, que según la crónica
de Elio Lampridio, usaba peluquín rubiales. ¿Se entiende esta forma indirecta
de narrar, propia de quien pretende volar por debajo del alcance de ciertas
máquinas? La literatura siempre fue eso: un intento racional de los humanos por
burlar a la censura, por extender el ámbito de la libertad de nuestra especie,
amenazada siempre por el poder tras el traumático drama neolítico.
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