lunes, 9 de junio de 2025

EL VIETNAM DE ROMA

                                                           


En el año 2021 el periódico asturiano la Nueva España publicó un divertido e interesante artículo titulado Asturias el Vietnam de Roma, firmado por C.M.Basteiro.

https://www.lne.es/cuencas/2021/02/20/asturias-vietnam-roma-cesar-destino-35198092.html

           No tiene desperdicio, y solo es susceptible de una matización, que Asturias no existía hace 2025 años. Existía eso sí Asturia, en singular que es como se referían al territorio de los astures las fuentes romanas. Y es que en el territorio que hoy se denomina Principado de Asturias no solo habitaban astures, sino también cántabros.

En todo momento mantenemos en “Cantábrica” la unidad de la guerra contra Roma de los dos pueblos, cántabros y astures, porque no olvidemos que fueron ellos, los mismos romanos, quienes pusieron nombre a las tierras. No nos confundamos nosotros, herederos culturales de Roma porque, en realidad, nunca podremos saber si los cántabros y los astures eran la misma etnia o no. Lo único que nos consta es su resistencia conjunta.

Los imperiales, tan amigos de categorizar, bien pudieron dividir al mismo pueblo en dos diferentes porque diferentes eran las administraciones en que los integraron y diferentes los ejércitos que intervinieron.

¿Quiere esto decir que se ponga en cuestión la asturianidad de Panes o la cantabricidad de Potes? De ninguna manera.

Nuestra oposición es completa a quienes pretenden poner puertas a la Historia y decir: Si eres de Unquera, eres cántabro y recántabro y si eres de Bustio, asturiano y requeteasturiano. Es cierto que Unquera pertenece a la actual Comunidad Autónoma de Cantabria, y Bustio al actual Principado de Asturias, divisiones administrativas de hoy día que tiran a ultranuevas en comparación con los hechos que narramos.

Hace 2025 años, quienes habitaban los parajes de Unquera y de Bustio  eran cántabros orgenomescos y, de verdad, lo juraré con la mano sobre el fuego si es preciso, quienes vivieran en aquellos tiempos a ambos lados de la actual muga, quedarian pasmados si escuchasen ridículos debates fronterizos entre asturianistas y cantabristas. ¿Tendremos que gastar un cien mililitro más de saliva para hablar de esto?

La única verdad es que, en efecto, hace dos mil veinticinco años los cántabros y astures opusieron a Roma una resistencia equiparable mutatis mutandis a la que el Vietcón opuso a los Estados Unidos. Hipérboles aparte, sí existe un cierto paralelismo entre los dos hechos históricos.

Octaviano llegó Asturias y a Cantabria justo después de terminarse las guerras civiles, justo después de la batalla de Accio y cuándo acababa de recibir del Senado el título de augusto.

Por una parte, se pensaba que la campaña sería un paseo militar y qué redundaría en beneficio de la imagen del emperador en Roma, pues Augusto nunca hasta entonces obtuvo una victoria sobre pueblos externos, sino sólo contra romanos en la guerra civil que acababa de finalizar.

Por otra parte, la campaña que se había preparado hacía mucho tiempo era una fuerte apuesta por el dominio geoestratégico del Cantabrico, camino obligado para reforzar la hipotética conquista de Germania, según pretendía el primer emperador.

La ferocidad de aquellos pueblos era legendaria y se sabía que conocían a la perfección los métodos de combate romanos. Por eso, los invasores se curaron en salud y utilizaron más de diez legiones para sojuzgar el diminuto territorio del Solar Cántabro y Astur. Cierto es que, en realidad, sobraban muchas tropas después de las guerras civiles, pero ello no quita relevancia a la presencia masiva del ejército romano en nuestros territorios, una potencia de fuego similar quizá en proporción, cómo dice dicho periódico, a la empleada por los estados unidos en Vietnam. Querían acabar con ellos en un abrir y cerrar de ojos, lo que hoy en doctrina militar norteamericana se denomina “Shock and Awe”, es decir, “Conmoción y espanto”. Pero, les salió el tiro por la culata.

Y es que los cántabros y los astures se rebelaron año tras año durante una larga década que puso en evidencia las deficiencias de rendimiento de la máquina militar romana. Y  fue durante la rebelión del 19 antes de Cristo, cuando los cántabros que habían sido vendidos como esclavos mataron a sus dueños y regresaron al Solar para expulsar a los romanos.

Además, pese a ser vencidos finalmente por los imperiales, los dos pueblos siguieron con sus costumbres ancestrales durante setecientos años más, ajenos y marginados de la romanización, lo que nos hace pensar que la victoria de Roma fue, a la postre, relativa, quizá pírrica.

Escuchemos cómo funcionaba la rumorología de Roma cuando oían hablar de los cántabros:

«Dis Pater informará a Coronoego de que Roma no podrá asimilar lo que suceda en Cantabria. ¿No habían sido vencidos los cántabros una y otra vez?, ¿no celebraron triunfos por su derrota generales como Estatilio Tauro y Calvisio Savino antes de que el mismo Augusto clavara su gladium en la cima de aquellos montes?, ¿no la dejó el emperador pacificada cuando regresó a Tarraco con todo bombo y boato, aunque se negara a recibir el debido triunfo?, ¿no resultaba tal actitud sospechosa de que la victoria no era completa? Así quedó demostrado, pues fue Antistio Veto quien hubo de culminar la conquista, pero, ¿no derrotaron definitivamente a las tribus rebeldes tras la batalla de Bérgida?, ¿no fueron exterminados tras Aracilo y el desembarco en la retaguardia?, ¿no murieron de hambre en el Vindio?, ¿no se rebelaron de nuevo frente a Lucio Emilio que hasta les cortó las manos?, ¿no fue arrasada la orgullosa ciudad de Camarica?, ¿no se levantaron de nuevo frente a Carisio en Asturia y frente a Furnio en Cantabria?, ¿no murieron en Lancia los astures forzando las líneas de cerco?, ¿no se dieron muerte a sí mismos los defensores del Medulio?, ¿qué era eso de que se habían rebelado de nuevo?, ¿pero aún quedaban cántabros?, ¿que salieron de donde nunca se sospechara que pudiera escapar una rebelión, de las bocas de las minas de Gallaecia, de las mansiones de Aquitania?, ¿una rebelión de esclavos, como en los tiempos de Espartaco?, ¿y si cundía aquel ejemplo?, ¿y si todo el imperio se veía salpicado por tan incívico comportamiento, por aquella resistencia inusitada propia de bárbaros incapaces de llevar al cuello el dulce yugo de Roma? ¡Es imposible, no puede ser!, se dirá de boca a oreja en los tenderetes del foro romano. ¡Es inaudito, no me lo puedo creer!, se comentará en las calles. ¿Otra vez, pero quienes son esas gentes?, se dirá en las termas. ¡Hay que levantar hasta las piedras y las montañas de Cantabria para machacar a las hormigas!, se gritará en los estrados del Senado de Roma. ¡No podemos permitir una nueva rebelión y, además protagonizada por esclavos!, dirá el mismo Augusto al general Marco Ascanio Agripa, debes de ser tú, mi hombre de confianza quien acuda a someterlos, querido yerno. ¿No será mucho honor para unos bárbaros que el vencedor de Antio acuda a restaurar nuestro orden contra meros esclavos?, preguntará el gran militar. No, Marco, se ríen de nosotros, incluso han robado alguna de nuestras águilas; debes dar un escarmiento ejemplar, empezando por castigar a nuestro propio ejército, ¿es cierto que una legión entera, encima la que lleva mi nombre, la Augusta, ha sido humillada por esos bárbaros?, ¿estoy bien informado?, ¿sí?, pues no lo dudes, Marco, castiga a los cobardes y a los rebeldes, restaura mi paz pero, espera, algo más he de pedirte antes de que partas hacia Hispania: procura convencer a Tito Livio de que no se explaye demasiado en sus escritos sobre esta nueva rebelión cántabra, que apenas haga referencia a ella pues el tesón de los bárbaros nos avergüenza, no sé cómo decirte, no es un hecho que favorezca nuestra imagen, ¿entiendes?, que nadie sepa de los rebeldes, menos de su heroicidad, que la historia se los trague como si no hubieran existido, ¿me explico?, en fin, parte ya hacia Cantabria, Marco, usa las legiones que tienes acantonadas en la Galia, ¡qué vergüenza!, ¡humillados por unos esclavos!, ¡qué vergüenza!» (“Cantábrica, la Gran Epopeya del Solar Cántabro”, página 139-141)

En fin, que nada nuevo hay bajo el sol.

Mañana hablaremos, Erudino mediante, del concepto romano de TUMULTUM, de revuelta, al hilo de lo que sucede hoy en Los Ángeles. También hablaremos del emperador Heliogábalo, que según la crónica de Elio Lampridio, usaba peluquín rubiales. ¿Se entiende esta forma indirecta de narrar, propia de quien pretende volar por debajo del alcance de ciertas máquinas? La literatura siempre fue eso: un intento racional de los humanos por burlar a la censura, por extender el ámbito de la libertad de nuestra especie, amenazada siempre por el poder tras el traumático drama neolítico.

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