jueves, 6 de marzo de 2025

¿SANGRE CÁNTABRA? NO SÉ, NO SÉ...

 

Hablemos de porcentajes. ¿Qué tanto por ciento de sangre de los viejísimos cántabros corren por las venas de los cántabros actuales? Más bien escaso. No creo que se hayan realizado estudios genéticos en profundidad. He oído que en los pocos dirigidos por algunas universidades, noticias periodísticas de relumbrón aparte, las muestras han sido escasas y de fuera de Cantabria. Si no es así, que alguien me corrija.

En cualquier caso, es lo de menos. La base genética prerromana siempre estará presente, pues la Celtiberia —considerada en términos amplios—, agrupaba a muchos pueblos, entre ellos el cántabro, y los desplazamientos de población debieron de ser extremos en épocas antiguas, tardoantiguas y medievales. Incluso en la actualidad, los cántabros de origen vasco son legión en las villas marineras, y su llegada relativamente reciente.

En definitiva, que tenemos tanta sangre de los viejos cántabros como los sorianos de los arévacos, los sevillanos de los tartesios y, si me apuran, la misma que un ciudadano del Bronx neoyorquino de los indios iroqueses.

El parecido social es aún menor. ¿A quién se le ocurre comparar la sociedad que integra la actual Cantabria —digitalizada, consumista, envejecida y tirando a cobarde— con la fiereza de los habitantes del Solar Cántabro? ¿Comparar las peñas tomadoras de blanco con las cofradías guerreras celtíberas? ¿Hubo un tiempo mítico y heroico que fue destruido por la mala mano romana y que hemos de recuperar? ¿Nos podemos permitir lujos milenaristas? Sería contrario a la lógica más elemental, pero cada uno puede hacer el ridículo como le venga en gana.

El romano no sólo bajó a  cántabros y astures de los montes al llano, sino que desplazó poblaciones enteras, ese es el caso de los lugones, que terminaron en Las Médulas trabajando el oro del imperio. ¿Quiénes eran, por ejemplo, los ruccones, más cercanos en el tiempo a nosotros que los antiguos cántabros? Sigue siendo un misterio. Luego vinieron las repoblaciones medievales que mezclaron a los habitantes de la Celtiberia como los niños cuando manosean los colores de la plastilina hasta que terminan en una bola cromática indiferenciable.

¿SE DEDUCE DE LO ANTERIOR QUE HAY QUE IGNORAR UN PASADO GLORIOSO, Y QUE NO PODEMOS REIVINDICARLO COMO NUESTRO? ¡DE NINGUNA MANERA!

Hubo un pueblo en la antigüedad que se opuso a Roma en la tierra que hoy ocupamos, es cierto, y también lo es que en otras latitudes consta la bravura de pueblos que se opusieron a invasores poderosos como, por ejemplo, los apaches al colonialismo genocida anglosajón; y pueblos hay que en la actualidad luchan heroicamente frente a imperios tan codiciosos como Roma. La heroicidad es consustancial a la especie humana, como también lo es la desidia, el abandono y la cobardía.

Podríamos estudiar a los comanches, o inspirarnos en el mapa geopolítico actual si queremos admirar a héroes, sin duda, pero a los cántabros los tenemos aquí mismo y, ¡qué caramba!, nos sentimos sus hermanos teóricos. Aquí están los yacimientos arqueológicos de sus restos —pese a la reciente desgracia de Santibáñez de la Peña— y los montes que hoy vemos, aunque plagados de barbaridades urbanísticas y de atentados medioambientales, son los mismos que ellos defendieron.

En fin, que estamos legitimados para entusiasmarnos con el pasado glorioso de los antiguos habitantes de estas tierras. Por eso, «Cantábrica. La Gran Enciclopedia del Solar Cántabro» pretende glosar su heroicidad y sacar a la vida a los dioses antiguos que inspiraron a ese pueblo arcaico. Se trata de proporcionar un reconstituyente literario para los alicaídos cántabros actuales que, aunque con sentimientos de hojalata más que de hierro, amamos a esta tierra que es la misma que acogió a los indómitos.

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