No deja de ser curiosa la inserción del maestro de Iguña, en su famosa obra «Mitología y Supersticiones de Cantabria», de un EPÍLOGO en el que se introduce la figura de una hembra bravía “hermana de NEMÉTONA, la diosa celta de los bosques”, afirma alegórico quizá por no atreverse a dar nombre a su criatura. Crea el maestro un mito en torno al Pico Jano, personificación y representante para el autor de todos los montes singulares de Cantabria, y en él hace vivir y morir a su diosa, ejemplo de mujer guerrera y de divinidad protectora de la naturaleza. No le da nombre, aunque el de Nemétona, la diana cazadora celta, sobreflota todo el relato.
Sale al paso esta creación, dice el autor, al hecho de la importancia dada a Corocotta y a Laro “citados por los historiadores de las guerras cántabras como leyenda de oro”, y a que de las aventuras de una reina salvaje, “exaltación de las cualidades de su sexo” nada se ha dicho. Por eso, para contraponer las virtudes guerreras femeninas a las virtudes guerreras de los mitos de que tanto se ha hablado, surge en la mente de don Adriano esta idea de la mujer poderosa, “que él, por lo que vale prohija”, dice, introducida en el epílogo de «Mitología y Supersticiones de Cantabria», donde es creada de principio a fin.
Es decir, que por una razón o por otra —no somos nadie para juzgar a nuestro respetado Adriano—, el compilador vio preciso cerrar un libro en extremo positivista, concreto, descriptivo y metódico, seguidor de todos los cánones de la ciencia etnológica, y lo hizo mediante una ficción literaria, es decir que creó mitología a partir de la literatura. A esto se llama mitopoyesis, importante subgénero literario del que Tolkien es el máximo representante actual. (En la antigüedad fueron numerosos los autores griegos y romanos que tal hicieron, Silio Itálico con la Púnica entre ellos).
Y decimos que no deja de ser curiosa la extravagante inserción, cuando el mismo autor introdujo la duda sobre algunas de las creaciones de Manuel Llano por estar inspiradas, precisamente, en una visión poética del mundo rural.
En apoyo de Llano y de sus criaturas —otra gran creación mitopoyética—, han salido al paso, en muchas ocasiones, los relatos de Jesús García Preciado, compilador y divulgador de la mitología Cántabra, según me ha indicado con acierto un amigo que ha visto en YouTube una reseña sobre el prólogo de “Cantábrica. La Gran Epopeya del Solar Cántabro”, y que detectó la ausencia en él de una referencia a Preciado.
Isidro Cicero, Gustavo Cotera y el mencionado Jesús García Preciado pusieron los cimientos para la asunción de la mitología cántabra en el imaginario colectivo. Fue una segunda generación de artistas divulgadores de la papilla mítica con la que se alimentó la imaginación de nuestros hijos... Y la nuestra —confesémoslo— noche tras noche leyéndoles el Vindio, atractivos relatos sacados de la tierra e imágenes mitológicas, ante las que se quedaban, nos quedábamos, extasiados.
Tenemos así, una primera generación de escritores FUNDACIONALES, forjadores de mitología, compuesta por Llano y García Lomas; y una segunda, de escritores y artistas DIVULGADORES, integrada por Cicero, Cotera y García Preciado.
Todos ellos crearon, en cierto modo, mitología a partir de su literatura y su arte, pero fue Adriano García Lomas, con su epílogo sobre Nemétona —permítasenos ponerle este nombre a su “invento”— en su memorable obra «Mitos y Supersticiones de Cantabria», quien de manera por completo metapoyética, tolkeniana, puso el primer pilar de una Mitología Global de Cantabria.
El tiempo, que nunca se detiene, ha hecho sonar una campana de alarma: los años que vienen, los tres tercios de siglo que quedan por delante, piden, exigen superar el marco infantil de la mitología cántabra —tan provechoso hasta ahora—. Llegado es el momento de que los dioses viejos, de nombres retorcidos y en desuso, pugnen por salir al trabajoso, atrafagado y estéril escenario de la Cantabria actual. ¿Podrán ellos colaborar en levantar la moral de nuestro pueblo, independientemente del origen de sus componentes, de su sexo, de su raza, de su condición, sean o no descendientes directos o indirectos de los viejísimos cántabros indómitos, asunto que no parece realmente operativo, salvo que se logre levantar los faldones a los ángeles para conocer su sexo y así catalogarlos?, ¿será provechoso para la moral de las gentes del Solar Cántabro este nuevo enfoque de la mitología?... El tiempo lo dirá.
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