La Cosmogonía es el relato mítico de la creación del mundo. La teogonía es el relato mítico del
nacimiento y vida de los dioses. Toda mitología tiene su cosmogonía y su
teogonía. ¿Seguro?, pues no, hay una que no: la celta.
¿Cómo puede ser esto?, ¿no
tenían relatos sobre cómo se creó el mundo, o sobre cómo nacieron sus dioses,
cómo se relacionaron entre ellos, cómo derivaron los unos de los otros? ¿Es la
celta la única mitología del mundo que carece de esa información? Me temo que
así es.
¿Y eso, por qué? Pues,
amigos, dos son los culpables: los druidas y los monjes cristianos.
Según nos cuenta Julio César
en La Guerra de la Galia, los druidas
eran muy suyos, no soltaban prenda sobre los conocimientos de la creación del
mundo y del nacimiento de los dioses sino a sus discípulos —pasmados quedarían
los sacerdotes del roble si pudiesen ver cómo hoy día nos comunicamos sin tasa
ni medida en internet, afectados por un narcisismo contagioso que tira a
patológico—. Eran saberes, digo, que pasaban de boca de druida a oído de
druida. Esa fue la primera razón por la que no nos ha llegado información sobre
el concepto de creación celta: el ocultismo de los druidas.
La segunda, los monjes
cristianos que transcribieron infinidad de leyendas celtas (Irlanda, Gales).
Estos otros nada dicen de cómo se creó el mundo y menos de cómo surgieron los
dioses para los celtas. Al contrario, empiezan las grandes sagas con el relato
de la creación cristiana, y las leyendas e invasiones se hacen cuadrar a
martillazos con la Biblia en lo tocante a fechas y secuencias. A los dioses,
luego, los rebajan a la categoría de meros personajillos de los bosques.
Estos monjes actuaban así
por convicción religiosa y, seguramente, porque serían druidas reciclados. Es
decir, ocultistas por partida doble.
Por lo tanto, ni sabemos
nada sobre cómo concebían los celtas el nacimiento del mundo y de los dioses, ni
podremos saberlo nunca.
Sin embargo, si buscamos en
la Red por el comando “creación del mundo
celta”, encontraremos abundante información y un relato constante, machacón
y por completo inventado, relacionado con una yegua blanca que surge del
contacto entre la espuma del mar y la tierra, que se alimenta de un roble, de
la que nace Cernuno, y yo qué sé cuántas cosas más. Sabed que se trata de una
FAKE creada, quizá, por celtistas floridos que no podían soportar la carencia
de información sobre el concepto de creación del mundo y sobre el nacimiento de
los dioses que, sin duda, tenían los pueblos celtas, pero que no nos ha
llegado.
Si hacemos un seguimiento de
todas esas páginas, de corta y pega masivo, hay siempre al final un documento «Hourly History (2016). Celtic Mythology. A
Councise Guide to the Gods and Beliefs», fuente de todas estas imposturas.
Es un texto subido a Amazon, un trabajito en inglés, sin referencia a autor
alguno, y de extensión de unos diez folios, en el que se narra por primera vez
lo de la yegüita, el roble, Cernuno, etc.
En fin, que nadie se engañe,
salvo que se prefiera creer tonterías, asunto en el que cada uno es muy libre
de entretenerse como le venga en gana.
En «Cantábrica. La Gran Epopeya del Solar Cántabro», en su apartado «Metamorfosis Cántabras» —tomo III— relato
en el que se sigue el estilo de Ovidio Nasón, sí se da una visión completa,
prolija y cerrada de la cosmogonía y teogonía cántabras, pero se advierte
—hasta la saciedad—, que es un producto nacido de la Fantástica; lógico y
coherente, sí, pero no científico. Se parte, lo mejor que se puede, de
conceptos religiosos que se relacionan en «Céltica
Cántabra» —tomo I—, apartado de
presupuestos técnicos en que basamos la obra toda. Justo lo contrario de los
amantes de inventar al tuntún, a la que salga, según les sople el viento.
Por cierto, todos estos
textos que desde hace tiempo inserto, no pertenecen a la obra «Cantábrica»,
sino que pueden considerarse meras explicaciones y aproximaciones a la misma,
reseñas en formato de salto de caballo y de picoteo en conceptos barajados del
texto original. Este es infinitamente más rico, detallado y sistemático.
Claro que si el original
desaparece, como le sucedió al pobre Tito Livio con las referencias a Cantabria
en su famoso tratado Ab Urbe Condita,
estas etéreas declaraciones facebookianas
podrían servir para que los historiadores del futuro restauren como puedan la
obra, que les quedará como un churro, claro.
Esto último lo digo en plan
de coña, oye, que bien sé que el futuro no existe, que en muy poco todos
calvos, huesos para estudio de los arqueólogos, y que el narcisismo de los poetas
no pasa de flatulencia escurrida de borrica vieja.
Autor: Javier Tazón
Ruescas (abogado).
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