domingo, 2 de marzo de 2025

COROCOTTA COMO VILLANO


Pues sí, en Cantábrica, la Gran Epopeya del Solar Cántabro, el querido y amado Corocotta aparece muy de refilón y como el villano. ¿Romperá esto esquemas?, ¿generará repulsión?, ¿se me insultará por la calle? Espero que no, porque ello tiene una profunda explicación que se analiza con detalle en la parte llamada Céltica Cántabra.

 No es cuestión de entrar ahora en el controvertido asunto de si el personaje existió o no,  pero partimos de su existencia por razones de cohesión literaria.  Corocotta fue una forzada creación historiográfica que respondía a una exigencia social arraigada: la necesidad de un líder. ¿Pudo darse la rebelión celtibérica sin Olíndico, la lusitana sin Viriato, la gala sin Vercingetorix?, yo no podría decir ni que sí ni que no, pero estoy seguro de que la cántabra sí se habría producido igualmente sin Corocotta, lo que es un honor, un piropo de las fuentes latinas para este pueblo indómito, igual que sucedió con la rebelión de los hermanos astures y con la numantina. La fantástica presencia del héroe en la tienda de Augusto diciendo eso de “Aquí me tienes, César, vengo a cobrar la recompensa por mi cabeza” no es un invento casual, responde a la arraigada necesidad de nuestra cultura de que exista un líder carismático en toda rebelión que se precie, y el noble bandido hispánico es un mito recurrente en nuestra literatura.

Pero ese culto a la personalidad, en este caso personalidad más que discutible, hipotética y cogida por los pelos, es tomar la parte por el todo, al héroe por su pueblo. Y aquí me viene a la memoria la escena de La Vida de Bryan en la que el personaje asegura que el pueblo expectante no tiene por qué seguir a nadie, que debe bastarse a sí mismo.

Por otra parte, no es fácil de imaginar generosidad en Augusto, salvo que como dice Ángel Agudo Ocejo en su memorable obra “Augusto y Corocotta”, con la referencia a ese bandido de origen ilocalizable, se pretendiera equiparar la supuesta generosidad de Augusto con la también su puesta generosidad de otro pájaro de cuenta, Alejandro, poco dados ambos —crueles entre los crueles— a ponderar la heroicidad de sus enemigos. Es lo más probable que Corocotta fuera un “colaboracionista” que cobró por someter a su pueblo a Roma, dicho sea entre comillas, pues tal adjetivo es de dudosa aplicación en la Edad del Hierro.

Frente a Corocotta, el jefe viejo, se presenta a CORONOEGO, el jefe joven. Personaje ignorado por la Historia por no ser operativo, por tratarse de un ente ficcional, encargado de guiar a su pueblo pese a saber que la única recompensa que encontrará será la de la reencarnación en el Sid. Coronoego se disuelve en su pueblo, el auténtico héroe, mientras que Corocotta lo sustituye.  Y en tanto que héroe anónimo, subrayará la valentía de todos los cántabros, al contrario que el colaboracionista Corocotta, dicho sea con todos los respetos, con las máximas precauciones y sin el más mínimo ánimo de ofender, ¡faltaría más!




 

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