domingo, 15 de junio de 2025

CUEVA DE ONGA LA CREACIÓN DEL MUNDO


 

Como en toda mitología, en “Cantábrica” hay una cosmogonía, una creación del mundo. Sucederá en la Cova de Onga, Covadonga, territorio concano. Turo, el druida viajero, será testigo de la misma por medio de artes mágicas. En una memorable visión contemplará cómo nacen todos los seres vivos y los no vivos, que desfilarán desde una abertura en la tierra sobre el Arco Iris para perderse en la lejanía y poblar el mundo. Ahí va un pequeño extracto:

«Comienza la creación del mundo, la sucedida ante los ojos de Turo, la acontecida hace cientos de miles de años, la que tiene lugar ahora mismo, la que se repetirá por los siglos, la inagotable vida que no cesa.

El primer ser en aparecer es la Luz. Un rayo, nacido de la Oscuridad, escapa del fondo de la grieta, cada vez más amplia. Su blancura de nieve hiriente se trueca en el color de la sangre, el de la sangre en el del fuego, el del fuego en el color del mar antes de la tormenta, el del mar en el de la mora en verano, el de la mora en el color del oro, así hasta siete colores trenzados, hilos de sembradura que descansan uno al lado del otro, fundidos en un camino en el aire, calzada que desciende hasta la tierra misma desde la puerta de la cueva por la que saldrá la vida en forma de dioses, de hombres, de cosas, de animales, de vivos y de muertos. Ha nacido el Arco Iris, ese cordón umbilical que une todo lo creado. Ahora comienza la procesión del parto, eso es lo que el vapor del vino forjado le muestra a Turo.

En efecto, por el Arco Iris desfilarán los hijos de Deva y se perderán en la tierra, la poblarán, la adornarán. Una nuétaca escapa la primera del interior de la roca. Es el ave que anuncia el parto, la que sobrevuela la alfombra de colores, la que mide su consistencia. Es la diosa de la vida y de la muerte, la que prepara la una y anuncia la otra, la que asiste a los alumbramientos y la que avisa de la inminencia del final; es tan silenciosa en su vuelo que corta el aire con un silbido apenas audible, ¿quién podría escucharla a su debido tiempo? Sólo silba una vez.

Tras ella, aparece Dis Pater que a todos lados saluda, todo un actor de teatro, aunque no haya más espectador que Turo.  Lo sigue Ler, dios del mar, niño y hombre a la vez que ahora juega con las focas y luego con las ninfas, que se entrega al amor con estas en el aire, como los vencejos, pues vuela por los cielos tan bien como nada por la mar...»... Continuará...

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