martes, 20 de mayo de 2025

LITERATURA Y RESISTENCIA


 

Nota sobre AI. Esta chusca imagen es lo que he conseguido sobre literatura y resistencia. Aparecen gentes contestatarias según parece, bajo una lluvia de libros, mientras la autoridad reprime a alguien que no se sabe lo que es.

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Me han dicho, con cierto deje de crítica, que doy por sentado que los nuevos cántabros, asturianos, palentinos, leoneses y burgaleses —en cuyos territorios se asentaba el Solar Cántabro en la Edad del Hierro— no se comportarían como sus remotos antepasados en caso de que estuviera justificada una reacción social enérgica.

Y tienen razón pues, a lo que intuyo, el ciudadano de las modernas democracias vive en una nube de consumismo que le impide ver más allá de sus narices y son —como ponía Tito Livio en boca de Tiberio al referirse a los senadores de Roma— “homines ad servitutem paratus”, hombres predestinados a la esclavitud. Por eso escribo “Cantábrica”, para levantar la moral de estos pueblos cercanos con el ejemplo de los viejos cántabros y de sus dioses. Aún puede que haya esperanza, no sé, espero, en fin, escribo por  si acaso sirviera para algo.

He elegido el género épico —que ya sabemos puede ir en prosa—, para exaltar la figura del héroe colectivo, de todo un pueblo, en lugar de dibujar al tan traído y llevado antihéroe posmoderno, el pasado y triste personaje con el que se pueda identificar el ciudadano occidental de hoy día... No, hijos, masturbaciones intelectuales las menos. De ahí la epopeya clásica que me sirve de modelo, como quintaesencia de la exaltación de la heroicidad, por eso sé que voy contra corriente. ¿Un libro de gesta en tiempos de los móviles de última generación?... ¿Que puedo perder oportunidades de publicación con esta monería?.... Miren, díganles a mis editores si los ven que me quiten el pan y la palabra, que me importa un bledo y, total, para lo que se saca de su trabajo... ¿Acaso puede importarme a mi edad la tochada del tontintolín literario?

La siguiente pregunta que debemos hacernos es la de si la literatura tiene derecho a salir de su burbuja de cristal e implicarse en directo en una práxis. Para responderla, hagámonos otra: ¿Es menos poesía “Vientos del Pueblo” que “El Rayo que no cesa” del último autor barroco español: Miguel Hernández? Desde el primer poemario grita la poesía épica, radical, extenuante en sus contenidos patrióticos; desde el segundo, la lírica, sutil, inmejorable. ¿No es el mismo autor, no es la misma poesía? En otras palabras, ¿es posible, viable y está justificada una literatura combatiente? Digo más, ¿una literatura combatiente preventiva?

¿Por qué no? ¿Acaso la literatura ha dejado de ser combatiente en alguna ocasión? Creo que, por el contrario, es una manifestación del arte muy difícil de aceptar por parte del sistema político, de cualquier sistema político, porque la política es la administración de la libertad de los más por los menos, y la literatura tiende siempre, por propia naturaleza a ampliar la esfera de libertad de lo que se le permite.

Por ejemplo, ahora que ilustro estas entradas con inteligencia artificial compruebo lo difícil que es hacer pasar una descripción, tímidamente contestataria, por el embudo de la censura que esos programas establecen. Sin duda censura siempre hubo, y unas veces está institucionalizada y otras no. Posiblemente la que no tiene detrás a un instituto censor o a una inquisición sea la peor de todas, cuando se censura con apariencia de no haber roto un plato, cuando los sistemas y las personas censuradoras ponen cara de buenos y te miran con ojos de lo políticamente correcto mientras impiden que te expreses.

La literatura —al menos la que no puede catalogarse como pseudoliteratura, vulgoparlante, bestsellerada o de librería-quiosco— busca la manera de burlar todas esas censuras, por eso, siempre será combatiente. Y tenderá a romper los moldes formales y de contenidos, en una actitud crítica y de enfrentamiento dialéctico.

Creo que la literatura no es digerible por las personas sujetas a trabas ideológicas porque, ¿qué son las ideologías?, meros programas, aplicaciones de argumentarios, estructuras integradas de respuesta rápida, catálogos de zascas, listas de sentimientos racionalizados, humo argumental. Los ricos no tienen ideología, tienen dinero, que es otra cosa. ¿Tendré que explicarlo mejor para que se entienda?

La literatura no comulga con ideologías. Todo lo más, sin negar alguna idea suelta de estas, las pone en entredicho globalmente, porque la duda sistemática es su principal arma, una duda preventiva, una desconfianza congénita como método de análisis. Usa también la ironía como munición y los valores estéticos y las leyes de la ficción como raíles por los que lanzar a todo galope de su máquina la locomotora que Cervantes estrenó con el Quiijote.

Eso pretendo con CANTÁBRICA. Poner en solfa, a la chita callando, tras innumerables referencias, que bien pensadas son palos en las ruedas del poder, las ideas al uso que a todos atan al blando pasar del conformismo.

¿Cómo van a aceptar los que mandan, los que tienen el dinero, o sus sicarios —políticos y corsés institucionales—, el poder de la palabra? ¿No decía Platón que los poetas deberían ser desterrados de la República? Sí que deberían, sí, pues sus, digamos, metáforas pasan a vuelo rasante bajo los radares censores y nunca pueden ser detectadas. ¡Qué ideal sería que los poetas tuvieran todos un solo cuello para poder cortárselo de un hachazo!


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