“Cantábrica, la Gran Epopeya del Solar
Cántabro” es una obra de la que se dirán abundantes maldades, me consta —yo he
sido, soy y seré mi peor crítico—, pero nadie podrá negar dos cosas: su tamaño
catedralicio y su originalidad. Pronto podrán comprobar lo que digo.
Es una
obra grandota, enorme, descomunal, impropia, un océano de letras superfluas, prescindibles,
un arma arrojadiza de contundente golpe, tres guijarros del camino alfombrado
de guijarros, o mejor tres cacho piedrolas que espero no acierten en la cabeza
del autor. También es original pues, que yo sepa, nunca se ha escrito nada
igual, y si alguien sostiene lo contrario que me lo diga; me pondría en
contacto con el autor o autora para tomar un café que espero pague él o ella.
Por
otra parte, a lo mejor es aceptable porque, como decía Cervantes, para que una
novela sea considerada buena ha de tener un poco de todo.
Este
requisito cervantino de bondad preventiva también lo cumple “Cantábrica”, pero
la virtud o los defectos de una obra literaria no vienen determinados sólo
porque acate el requisito de ser un caleidoscopio por acumulación, como es el
caso, sino que ha de contar con otros muchos elementos que, una vez publicada,
dependerán de la opinión de los lectores, jueces en última instancia. En
cualquier caso, no hay libro malo que no tenga algo de bueno. El tiempo dirá.
Pues bien, tirando del hilo de esta originalidad,
comunico a mis fieles seguidores que están colaborando, y con intensidad, en la
elaboración del CUARTO TOMO de esta “enciclopedia” mitológica. Y creo que lo
hacen sin darse cuenta.
Sí, porque todas estas entradas en Facebook —aparte de su
función propagandística, aparte de su pequeño recorrido en número de “likes” y
comentarios— siguen cierto diseño preconcebido y serán la base para un cuarto
tomo que se titulará APROXIMACIONES. Espero que no me reclamen parte de los
derechos de autor, porque esto no es más que un juego salido de un arcón apolillado
perteneciente al Barroco español, guardado en los últimos camaranchones del
cerebro, a la altura de mis retretes anímicos.
Por mi
parte, seguiré escribiendo al dictado de los dioses todos los amaneceres. Estas
inserciones no aspiran a la tan codiciada viralidad, sino a servir de puerto y descanso, publicación refugio, a los interesados en el tema de la Vieja Cantabria, de la resistencia heroica de
un pueblo del pasado, con tantos reflejos en el presente. Esto sólo se puede lograr
con una gran oferta de materiales de calidad. Ahí van, se hace lo que se puede...
El cuarto tomo que se pergeña se publicará o no,
dependerá de lo que dicte el respetable, quebrantas en las que naufragan tantos
proyectos literarios pero, al menos, en su confección todas vuestras opiniones,
“me gustas” y el detalle de compartir son comportamientos valiosos en extremo,
y determinarán la redacción final.
Por eso, queridos conejillos de indias, lectores míos, pocos
pero selectos, gracias. Pasaréis a las páginas de la literatura... O iremos
todos juntos al cubo de la basura, que es lo más probable.
En
ese revoltijo de papeles movido por el viento, ese viento sur que eleva los residuos
callejeros hasta los primeros pisos de la Vetusta parida por el amigo Clarín,
nos veremos todos los escritores y los lectores, los grandes, los pequeños, los
afortunados, los desgraciados, los mediáticos y los desconocidos, los
mediocres, los genios, los escritores necios y los inteligentes, los lectores
de “bestsellers” y los que devoran el Ulises. Al final, hijos, todos calvos y
olvidados.
Pero
insisto, ¡Gracias, lectores buenos!
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