jueves, 15 de mayo de 2025

ENVENENAMIENTO POR TEJO Y SACRIFICIOS COLECTIVOS


 

Nota previa: La IA me da esta imagen de un guerrero cántabro viejo comiendo un bocadillo de tejo para llegar al Sid. ¡Menudo bocata tan raro!

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Sabido es que los cántabros y los astures, y los celtas en general, en determinadas ocasiones se suicidaban mediante el envenenamiento con tejo. El tejo es el EBURO en celta, de ahí el nombre del pueblo galo de los eburones. En "Cantábrica" se introduce al dios Eburo como hijo de Erudino y de Megara, la diosa del río Miera.

         Pero, ¿por qué se suicidaban estos combatientes celtas? Lo hacían por causas muy tasadas: Por la "devotio", para llegar al Sid de los guerreros y para no caer en manos del enemigo.

         La "devotio" suponía un sometimiento ciego al jefe, de manera que si este moría en combate, el guerrero superviviente se suicidaba. Pero no lo hacía, según se dice, como pena por no haber sabido proteger al "coro", al líder, sino para seguir cabalgando con él después de muertos en el Sid y participar en las correrías del dios Lug y también, cómo no, en las interminables comilonas del más allá. Sabían que en el paraíso había mucha más juerga que en esta tierra de garbanzos, y se morían, literalmente, por acudir a él a través de la puerta grande de los guerreros. La muerte por tejo estaba equiparada a la muerte en combate. Por lo tanto, no perdían mucho si se suicidaban. A estos guerreros, "soldados" a sus jefes, se los llamaba soldurios, y no podían permitir que el jefazo se marchara de juerga al más allá sin ellos, ¡o vamos todos de marcha o no va ninguno!

         Pero, también pudiera ser que el guerrero fuese tan hábil que, batalla tras batalla burlase la muerte y, así, llegase a viejo sin morir en combate. Eso era toda una faena porque lo que les iba a los combatientes cántabros y astures era pasárselo bomba en el Sid, al que todos pretendían llegar tras una buena muerte tirando a sanguinolenta, por eso eran tan valientes, sólo perdían la vida. ¿Qué hacer en este caso? Muy sencillo, suicidarse con tejo al llegar a una edad en la que ya no se esperaban muchas guerras por eso del dolor de bisagras. No estaba la causa de este suicidio ritual en que el anciano se quitaba del medio para no suponer una carga, sino por el interés, por el ansia de lo que acompaña a una "buena muerte", el cachondeo en la mesa de Lug, de Lucobos, y la participación en sus cacerías salvajes, además reencarnados en un cuerpo nuevo, de treinta añines más o menos.

         Nos queda lo del suicidio colectivo.  Ahí ya no está tan clara la cosa. ¿Sería verdad eso de que los cántabros se suicidaron en el Medulio y los astures en Lancia?, ¿y los iberos en Sagunto?, ¿y los arévacos en Numancia por no caer en manos de los romanos?

         Cosa rara es. En primer lugar porque los guerreros así muertos, tendrían el problema de su espíritu esondido en el cráneo. Ya sabemos que creían en el alma, y que esta estaba en el cerebro. Podían morir por tejo, pero si no venía un buitre a sacarla a picotazos y llevarla al Sid, mal asunto, o si no había dios que quisiera acompañarla por los intrincados caminos que llevaban al Paraíso. En otras palabras, que si se suicidaban no caían en manos del enemigo, cierto, pero el destino de su alma quedaba a disposición de estos, que bien podían cortar la cabeza con alma dentro y hacerles perrerías. No convence mucho eso del suicidio colectivo.

         Además, los romanos eran grandes propagandistas de su labor imperial. El que los pueblos se suicidaran en masa no era para ellos muestra de heroísmo, sino de barbarie. Venían a decir con sus crónicas que esos celtas o iberos eran tan burros que hasta se suicidaban por no querer la maravillosa civilización romana, la cultura, el saber, todo lo que Roma suponía... ¡Ignorantes, bárbaros! Se lo merecen, gritaban quienes leían las crónicas. Algo parecido a lo que sucede ahora en un lugar del Mediterráneo de cuyo nombre no quiero acordarme, donde caen bombas sobre pueblos enteros que no desean someterse a la maravillosa civilización occidental y dejar sus costas y sus casas al turismo de lujo que propone un pelirrojo alocado, gordo y cerril... ¡Ignorantes!, ¡Tomad leña!

         A este respecto, es curioso cómo la descripción de los míticos finales de Sagunto, Numancia o el Medulio son muy parecidos, como si siguieran un esquema narrativo similar, como si se ajustasen a un modelo modelable, valga la paranomasia.

         En otras palabras, que los astures y cántabros más tenderían a suicidarse haciéndose clavar en las lanzas enemigas con el ímpetu de sus ataques suicidas que tomando tejo.

         Además, no es saludable el tejo. Quiero decir que no resulta agradable la muerte por ingesta del veneno del Taxus Baccata. Oí decir en una ocasión a una forense que, pese a que no existe suficiente literatura científica sobre los efectos del veneno de esta planta entre los humanos, todo parece apuntar a agonías muy molestas, con auténticos retortijones, vomitadas, convulsiones, etc. En fin, que no es recomendable este tipo de suicidio, va contra la salud. Eso sí, también me dijo que sus efectos eran irreversibles, y quizá por eso, más que por una muerte pacífica, era preferido por los guerreros celtas. ¿Qué suponía para ellos un dolor de tripas y una agonía mala, mala, si pronto estarían cabalgando codo a codo con Lug?

         Por eso, aunque en "Cantábrica" se anima a imitar a los viejos cántabros, nos centramos más en su espíritu de combate que a gracias de envenenamientos y monerías por el estilo, porque, la verdad, si propusiéramos seguir los pasos de los samurai en lugar del "impetus" cántabro, no sería yo quien recomendase el "harakiri", es muy doloroso y yo, aunque cántabro, tiro más bien a cobarde.


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