Nota previa: La IA me da esta imagen de un guerrero cántabro viejo comiendo un bocadillo de tejo para llegar al Sid. ¡Menudo bocata tan raro!
------------------------------------------------
Sabido es que los cántabros
y los astures, y los celtas en general, en determinadas ocasiones se suicidaban
mediante el envenenamiento con tejo. El tejo es el EBURO en celta, de ahí el
nombre del pueblo galo de los eburones. En "Cantábrica" se introduce
al dios Eburo como hijo de Erudino y de Megara, la diosa del río Miera.
Pero, ¿por qué se suicidaban estos combatientes celtas? Lo
hacían por causas muy tasadas: Por la "devotio", para llegar al Sid
de los guerreros y para no caer en manos del enemigo.
La "devotio" suponía un sometimiento ciego al
jefe, de manera que si este moría en combate, el guerrero superviviente se
suicidaba. Pero no lo hacía, según se dice, como pena por no haber sabido proteger
al "coro", al líder, sino para seguir cabalgando con él después de
muertos en el Sid y participar en las correrías del dios Lug y también, cómo
no, en las interminables comilonas del más allá. Sabían que en el paraíso había
mucha más juerga que en esta tierra de garbanzos, y se morían, literalmente,
por acudir a él a través de la puerta grande de los guerreros. La muerte por
tejo estaba equiparada a la muerte en combate. Por lo tanto, no perdían mucho
si se suicidaban. A estos guerreros, "soldados" a sus jefes, se los
llamaba soldurios, y no podían permitir que el jefazo se marchara de juerga al
más allá sin ellos, ¡o vamos todos de marcha o no va ninguno!
Pero, también pudiera ser que el guerrero fuese tan hábil
que, batalla tras batalla burlase la muerte y, así, llegase a viejo sin morir
en combate. Eso era toda una faena porque lo que les iba a los combatientes
cántabros y astures era pasárselo bomba en el Sid, al que todos pretendían
llegar tras una buena muerte tirando a sanguinolenta, por eso eran tan
valientes, sólo perdían la vida. ¿Qué hacer en este caso? Muy sencillo,
suicidarse con tejo al llegar a una edad en la que ya no se esperaban muchas
guerras por eso del dolor de bisagras. No estaba la causa de este suicidio
ritual en que el anciano se quitaba del medio para no suponer una carga, sino
por el interés, por el ansia de lo que acompaña a una "buena muerte",
el cachondeo en la mesa de Lug, de Lucobos, y la participación en sus cacerías
salvajes, además reencarnados en un cuerpo nuevo, de treinta añines más o
menos.
Nos queda lo del suicidio colectivo. Ahí ya no está tan clara la cosa. ¿Sería
verdad eso de que los cántabros se suicidaron en el Medulio y los astures en
Lancia?, ¿y los iberos en Sagunto?, ¿y los arévacos en Numancia por no caer en
manos de los romanos?
Cosa rara es. En primer lugar porque los guerreros así
muertos, tendrían el problema de su espíritu esondido en el cráneo. Ya sabemos
que creían en el alma, y que esta estaba en el cerebro. Podían morir por tejo,
pero si no venía un buitre a sacarla a picotazos y llevarla al Sid, mal asunto,
o si no había dios que quisiera acompañarla por los intrincados caminos que
llevaban al Paraíso. En otras palabras, que si se suicidaban no caían en manos
del enemigo, cierto, pero el destino de su alma quedaba a disposición de estos,
que bien podían cortar la cabeza con alma dentro y hacerles perrerías. No
convence mucho eso del suicidio colectivo.
Además, los romanos eran grandes propagandistas de su labor
imperial. El que los pueblos se suicidaran en masa no era para ellos muestra de
heroísmo, sino de barbarie. Venían a decir con sus crónicas que esos celtas o
iberos eran tan burros que hasta se suicidaban por no querer la maravillosa
civilización romana, la cultura, el saber, todo lo que Roma suponía...
¡Ignorantes, bárbaros! Se lo merecen, gritaban quienes leían las crónicas. Algo
parecido a lo que sucede ahora en un lugar del Mediterráneo de cuyo nombre no
quiero acordarme, donde caen bombas sobre pueblos enteros que no desean
someterse a la maravillosa civilización occidental y dejar sus costas y sus
casas al turismo de lujo que propone un pelirrojo alocado, gordo y cerril...
¡Ignorantes!, ¡Tomad leña!
A este respecto, es curioso cómo la descripción de los
míticos finales de Sagunto, Numancia o el Medulio son muy parecidos, como si
siguieran un esquema narrativo similar, como si se ajustasen a un modelo
modelable, valga la paranomasia.
En otras palabras, que los astures y cántabros más tenderían
a suicidarse haciéndose clavar en las lanzas enemigas con el ímpetu de sus
ataques suicidas que tomando tejo.
Además, no es saludable el tejo. Quiero decir que no resulta
agradable la muerte por ingesta del veneno del Taxus Baccata. Oí decir en una
ocasión a una forense que, pese a que no existe suficiente literatura
científica sobre los efectos del veneno de esta planta entre los humanos, todo
parece apuntar a agonías muy molestas, con auténticos retortijones, vomitadas,
convulsiones, etc. En fin, que no es recomendable este tipo de suicidio, va contra
la salud. Eso sí, también me dijo que sus efectos eran irreversibles, y quizá
por eso, más que por una muerte pacífica, era preferido por los guerreros
celtas. ¿Qué suponía para ellos un dolor de tripas y una agonía mala, mala, si
pronto estarían cabalgando codo a codo con Lug?
Por eso, aunque en "Cantábrica" se anima a imitar
a los viejos cántabros, nos centramos más en su espíritu de combate que a
gracias de envenenamientos y monerías por el estilo, porque, la verdad, si
propusiéramos seguir los pasos de los samurai en lugar del "impetus"
cántabro, no sería yo quien recomendase el "harakiri", es muy
doloroso y yo, aunque cántabro, tiro más bien a cobarde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario